Cresta en cuya cima se halla el Castellar. Por la izquierda asoman algunos chopos de la ribera del río Cabriel. Y las tierras de labor son pertenecientes a la finca Casa de Tetuán.
En lugar recóndito y olvidado, sobre una cresta rocosa en la margen derecha del río Cabriel, a una altura de 475 m. casi rodeado por las tierras de labor de una gran finca llamada Casa de Tetuán. Se sitúa a unos diez kilómetros al Noreste del pueblo, en línea recta, pero a más del doble si vamos con vehículo por la carretera. El mejor acceso lo tiene desde la aldea de Cilanco, en término de Villatoya. Una pista forestal que nace en Cilanco y que discurre junto a la ribera del río, nos lleva hasta la finca antes citada, pasando a los pies del Castellar.
Prácticamente desaparecido. El lugar donde se encuentra está sometido a una fortísima erosión. Incluso el día anterior a nuestra visita (en 2015) cayeron unas importantes precipitaciones que han tenido fuertes consecuencias adversas sobre los escasos restos. Algunos autores hablaban hace pocos años de algunos lienzos que nosotros ya no encontramos. Se deben haber desplomado. Y en poco tiempo, lo que queda, acabará desapareciendo.
Restos del aljibe, prácticamente acolmatado.
Muro que pudo pertenecer a la antigua torre.
El Castellar visto desde el Oeste, junto al camino.
Prácticamente, lo único que queda, es la base de un aljibe de planta rectangular, de unos 3 x 5 m. con restos escasos del enlucido impermeable milagrosamente conservado. También se observa un pequeño lienzo, al Norte del aljibe, que pudo pertenecer a una torre. Este lienzo está inclinado hacia fuera y no tardará en desplomarse. En la ladera meridional se observan abundantes fragmentos de cerámica, pero ningún resto de construcción. Al Oeste de estos restos conservados existe una pequeña meseta alargada y aplanada, con aspecto de haber sido trabajada artificialmente, pero no conserva resto alguno. Como hemos indicado, está muy afectado por la erosión y en corto espacio de tiempo cambia su aspecto. Además se ven algunos agujeros, posiblemente realizados por cazatesoros.
Se han recogido fragmentos de cerámicas ibéricas e islámicas datadas entre los siglos XI y XIII. Debió quedar en manos cristianas a raíz de las expediciones de Alfonso VIII entre los años 1182 o 1183. Formó parte del efímero señorío de Gonzalo Ruiz de Atienza, luego dominado por Jorquera en 1266, según privilegio concedido por Alfonso X.