Castillo situado en lugar ignoto, en el corazón de la Sierra de la Cañada, bastante oculto por un bosque de pinos. Basta decir que no fue descubierto hasta 1981, gracias a J.L.Gordillo Courcieres. Se sitúa a 5 km. en línea recta al Norte de Fortanete, pero a 10 por carretera, a una sorprendente altura de 1.620 m. Para llegar hasta él hay que dirigirse por la carretera de Cantavieja, hasta una pista forestal que nos conducirá hacia la mítica Masía de la Capellanía. Desde aquí hay que proseguir andando unos 900 m. en dirección Oeste por un sendero recientemente balizado.
Su estado es pésimo. Tan solo queda un muro con tres cubos muy degradados. La dura climatología de estas tierras afecta muy negativamente a la consistencia del mortero, que se disgrega. Los desprendimientos son constantes.
Cubo oriental, situado a mayor altura. Conserva unos 6 m. de altura y se cree que la puerta, de la que no queda ni rastro, debió estar junto a él.
Cubo intermedio, de 7’5 m. de altura. Es más estilizado que los otros.
Castillo roquero de reducidas dimensiones y planta irregular. En algunas fuentes se dice que es de planta triangular y en otras, trapezoidal. Lo cierto es que solo queda el lienzo meridional, recto por completo, por lo que es arriesgado hacer afirmaciones sobre su planta. Se sitúa sobre una peña rocosa al que le calculamos una superficie entre 900 y 1000 m2. Por el Norte está delimitado por el barranco del Corral de la Hoya, de gran profundidad, pero por el Este, las alturas le hacen de padrastro. Como ya hemos indicado, tan solo conserva un lienzo de unos 30 m. de longitud, en descenso, con tres cubos abiertos al interior, el occidental, ultrasemicircular. Tiene fábrica de mampostería trabada con mortero de cal y en algunos puntos está dispuesta en “opus spicatum”. El grosor de los muros oscila entre 80 y 95 centímetros. Se trata de un castillo militar, con escasas comodidades y poca habitabilidad, un puesto vigía, pues desde él se controla el valle del río Pitarque.
Cubo occidental, situado a menor altura. Conserva unos 5 m. de altura y por su disposición ultrasemicircular, parece que la muralla daba un giro aquí.
Se han recogido en su interior cerámicas musulmanas. Existía durante la época musulmana, ya que figuró entre las correrías del Cid Campeador durante los últimos lustros del siglo XI, y en 1194 se incluía dentro del territorio cedido por Alfonso II a fray Gascón de Castellot, de la Orden Militar del Santo Redentor, anexionada dos años después por la del Temple, dependiendo de su bailía de Cantavieja. Permaneció en poder de la Orden de San Juan del Hospital hasta el siglo XIX, aunque es probable que el castillo quedara abandonado desde entonces, cayendo en el más completo olvido.
Cubo occidental con el lienzo adosado. Se aprecia su disposición en “opus spicatum”. También se observa la enorme cantidad de piedras completamente sueltas en lo alto del muro y las que ya han caído a sus pies.