Castillo de Santa Bárbara

El castillo visto desde la playa del Postiguet, al Sur.

Se encuentra en el centro del casco urbano, sobre el monte Benacantil (Banu al-Qatil para los árabes), mole caliza rocosa de 166 m. de altura, muy cercana al mar y con paredes cortadas hacia el Sur. Presenta una situación estratégica de gran valor ya que domina todo el llano de Alicante, así como la bahía que se extiende desde la torre del Charco hasta el cabo de Santa Pola. Es por ello que fue elegido por todas las culturas que pasaron por estas tierras para su asentamiento. Curiosamente, la forma de la montaña vista desde la playa recuerda la cara de un moro, y así es llamada.

Su estado general es bastante bueno, aunque muy transformado. Su utilización con fines turísticos y culturales ha alterado su estructura y sus edificios, que se han habilitado para exposiciones, restaurantes o funciones administrativas. Se han ajardinado muchas zonas y se han adecuado aparcamientos en los baluartes. Aunque luce vistoso y moderno, sus elementos militares han sido relegados a un segundo plano.

Alcazaba, albácar vell o macho del castillo, visto desde el Oeste. Es la zona más antigua.

Gran castillo roquero de planta irregular, con tres recintos, o quizá cuatro, bien diferenciados. Al haber sido ocupado desde la prehistoria, presenta recintos y fábricas de todo tipo. Desde muros árabes hasta enormes baluartes artillados, con un sinfín de edificios y dependencias. Tiene una longitud máxima de 312 m. una anchura de 160 m. en su parte más amplia y de 80 m. en la más estrecha. Ocupa una superficie de 30.500 m2. Su altura desciende conforme se dirige hacia el Este, siendo la parte más elevada la más antigua, dirigida hacia el centro urbano.

 

 

“La cara del moro”. Curiosa forma que adopta la roca donde se asienta la alcazaba.

El recinto más alto y más antiguo, con planta irregular y precipicios de vértigo, se sitúa en el extremo Oeste, y para llegar hasta él hay que pasar por todo el resto de la fortaleza. Se pude decir que es la última defensa. Se trata de la alcazaba musulmana, luego llamado albácar vell (albácar viejo) y, tras arrasar sus restos en época posterior, aplanando la plataforma superior, el “macho” del castillo. Ocupa una superficie de 3.830 m2 aproximadamente.  Fue levantado en el siglo XI, pero las continuas obras de reforma y adaptación que ha sufrido a lo largo de la historia, ha impedido el hallazgo de restos arquitectónicos de época islámica. No obstante, sí se encontraron cerámicas  y otros restos diversos de dicha época.

Macho del Castillo. En la gran explanada aparecen diversas antenas, un pozo, algunos antiguos cañones y la casa del Gobernador, edificio que se aprecia a la derecha.

Tras la muerte de Carlos II y hasta la finalización de la Guerra de Sucesión, se procedió a transformar el castillo en una verdadera fortaleza moderna.  Se derribaron todas las estructuras que conformaban la alcazaba medieval, incluída la vieja torre del Homenaje, rellenando el foso con el material de derribo resultante. Todo ello propició la creación de una gran explanada para la artillería que hoy es llamada “Macho del Castillo” y la construcción de muros abaluartados encarados tanto al exterior como hacia el interior del castillo. La eliminación de los elementos constructivos de la alcazaba obligó a buscar nuevos lugares para ubicar el resto de las dependencias  necesarias en cualquier castillo. La mayoría se repartieron en el resto de la fortaleza, pero la Casa del Gobernador, la Sala Noble, que fue hospital, y el Parque de Ingenieros Militares, se construyeron aprovechando la parte Este de la alcazaba y su foso.

Entrada a la alcazaba. Tras pasar un puente de piedra que antaño fue de madera y levadizo, se salva el foso, excavado en la roca, y se penetra en un pequeño patio que puede ser batido desde arriba, para continuar por la derecha y luego otra vez a la izquierda. Es decir, puerta de doble recodo.

Vista Oeste de los muros abaluartados de la alcazaba en su parte Norte, construídos a finales del siglo XVII. Se aprecian sus alambores y los merlones para la artillería.

Vista Este del mismo lugar.

 

 

Casa del Gobernador.

Sector Sur de la alcazaba. Destaca la espectacular posición de la garita, sobre un escarpe vertical que desciende hasta la ciudad.

Rampa que da acceso a la entrada a la alcazaba, traspasando el foso. Los antiguos puentes levadizos desaparecieron en el pasado.

El segundo recinto es llamado “albácar del Mig” (albácar del medio), también tiene planta irregular y se sitúa adosado al anterior pero separado por un foso, como ya se ha visto. Otro foso lo separa del tercer recinto en el lado opuesto. Ocupa una superficie de 4.590 m2. Los ascensores que se construyeron en 1963 llegan aquí. Es obra del siglo XV. Por su frente Este cuenta con una fuerte muralla sin almenas con cuatro torres en su trazado (la de Cap Cerver o de la Matanza, la de Colomer, la de Santa Catalina y la de Sant Jordi), terminando en la Torre de la Batalla, nombre que aludía a la toma del castillo por Jaime II contra los castellanos. Toda esta estructura defensiva ha llegado hasta nosotros prácticamente intacta. En él se refugiaban las gentes de la villa y los ganados. La Torre de la Batalla abría un nuevo frente amurallado hacia el Norte, hoy desaparecido, igual que la torre, donde se localizaban las torres del Cañar y de Santa Ana. También esta zona sufrió abaluartamientos en el siglo XVII.

En primer término baluarte de los Ingleses. Detrás, al fondo, el gran baluarte de Santa Ana.

Baluarte de la Mina.

Gran torre llamada “la Torreta”. Defiende la entrada al segundo recinto. Ésta se realiza a través de un puente de piedra que salva el foso y, al igual que en el primer recinto, en el pasado existía un puente levadizo.

 

 

La Torreta vista desde el interior.

Garita del baluarte de la Mina.

Parque de Ingenieros Militares.

 

 

En primer término, baluarte de los Ingleses. Detrás, por encima, la alcazaba.

Conjunto defensivo de acceso al segundo recinto. Se observa la rampa de ascenso, el foso excavado en la roca, la gran Torreta y el puente que lleva a la puerta. Este lienzo, que separa el segundo del tercer recinto, tiene una orientación Noroeste-Sureste, es recto y está defendido por cuatro torres más o menos transformadas, pero básicamente se conserva igual desde el siglo XVI.

 

 

Agujero de la contramina, realizada por los ingleses en 1709, con el objeto de anticiparse a la voladura de la mina que construían los sitiadores franceses.

 

 

Entrada a los calabozos.

 

 

La alcazaba vista desde el baluarte de la Mina.

 

 

Tres de las cuatro torres (la otra sería la Torreta) que refuerzan el muro de separación del tercer recinto. Antes eran llamadas de Cap Cerver o de la Matanza, de Colomer, Santa Catalina y Sant Jordi, pero desconocemos cual es cual.

Por orden de Felipe II, en el siglo XVI, se realizó la gran reforma del castillo para adaptarlo al fuego artillero. Estas obras afectaron a la estructura defensiva de los dos albácares, especialmente al Vell, que casi desapareció. El ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli levantó en 1575 una muralla importante con planta de tijera, toda en perfecta sillería, en el frente recayente al mar. Otro italiano, Jorge Palearo, el Fratín, en 1580, levantó la Gran Tenaza, compuesta por el Baluarte de la Reina y el de Santa Ana. Esto conllevó la ampliación de la superficie del castillo en 1’66 Ha. más. Se levantaron toda una serie de edificios que son los que hoy día conforman la actual fisonomía del castillo: casa del gobernador, hospital (ahora Museo del Ejército), el Cuerpo de Ingenieros Militares, calabozos, almacén de pólvora, tahona, pabellón para oficiales arrestados (desaparecido). Pero la obra más importante es la que se articulará en torno a un nuevo patio de armas tras desaparecer el de la alcazaba, con una serie de edificios de gran interés: el cuartel de Felipe II, el cuerpo de guardia, el amplio Patio de Armas, la ermita de Santa Bárbara, el horno de pan, la cocina y despensas y un gran aljibe, para recoger las agua de lluvia. Se realizó también un camino de acceso apto para jinetes, carruajes y máquinas de guerra, y un sendero, sólo para personas, que descendía directamente a la ciudad.

Impresionante visión de la fortaleza desde el Este, con todos los baluartes artilleros escalonados. Su potencia de fuego debió ser asombrosa. Al nivel más bajo aparece el Rebellín del Bon Repós. Luego, conforme ascendemos, los baluartes de la Reina y de Santa Ana, el baluarte del Rey, los baluartes de los ingleses y de la Mina, la Torreta, y dominándolo todo, la alcazaba.

Baluarte de la Reina.

 

Debajo, el Rebellín del Bon Repós. En medio, el gran Baluarte de la Reina. Y encima, el pequeño Baluarte del Rey.

 

 

 

 

 

Baluarte de Santa Ana. Obra de Jorge Palearo, el Fratín, al igual que el Baluarte de la Reina. Entre los dos forman la Gran Tenaza.

 

 

Flanco Norte del castillo, visto desde el Rebellín del Bon Repós, utilizado como aparcamiento de autobuses. Se aprecian el Baluarte de Santa Ana, el de los Ingleses, la Torreta y la alcazaba.

En la zona más baja del albácar vell (viejo), por delante de la Gran Tenaza y de los baluartes de la Reina y de Santa Ana, y reutilizando el trazado de la antigua muralla y torres medievales, se construyó, antes de la Guerra de Sucesión, un nuevo frente defensivo o Falsa Braga, así como un nuevo baluarte, el Revellín del Bon Repós, al que se accedía a través de un foso seco defendido por un muro fusilero todavía existente, convirtiéndose todo este conjunto en la primera defensa de la fortaleza por el Norte.

 

Rebellín del Bon Repós Sur.

 

Revellín del Bon Repós Norte, con la entrada a la fortaleza y su conjunto de defensas. A la derecha, Baluarte de Santa Ana.

 

 

Rebellín del Bon Repós Norte con el conjunto de defensas existentes en el centro de la Gran Tenaza.

Gran conjunto defensivo formado por el baluarte de Santa Ana y el rebellín del Bon Repós.

Polvorín, actual sala de exposiciones.

Entrada al tercer recinto, situada en el centro de la Gran Tenaza, entre los baluartes de Santa Ana y de la Reina. Se llega hasta ella tras atravesar el rebellín del Bon Repós.

El gran escudo de mármol blanco (s.XVIII) que hay sobre la puerta de acceso al tercer recinto se hallaba en el Real Consulado del Mar, edificio destruido por una explosión.

Aljibe.                                                                              Ruinas de la tahona.

Entrada y cuerpo de guardia.

Cuartel de Felipe II.

Ruinas de la ermita de Santa Bárbara.

Cañón de la Guerra Civil (1936-39), olvidado en el rebellín del Bon Repós.

En el monte Benacantil se han encontrado restos arqueológicos de la Edad del Bronce, ibéricos, cartagineses, romanos y visigodos. Debido a su especial situación estratégica, estos pueblos, con seguridad, tendrían fortificadas sus ciudades en lo alto del monte. Por medio del pacto firmado entre el rey godo Teodomiro de Orihuela con Abd al-Aziz, en 713, la ciudad romana de Lucentum, actual Alicante, pasó a manos sarracenas. Ante la inestabilidad provocada por las frecuentes incursiones normandas o, posiblemente, como defensa ante la creciente fuerza militar de los fatimíes, a finales del siglo IX se construyó la fortaleza. Las primeras noticias de la existencia de un castillo en la cima del Benacantil son de época musulmana, pues es nombrado y descrito por el geógrafo Al-Razi, a principios del siglo X. Y su primera acción bélica tuvo lugar cuando el señor de Callosa, Al-Sayi Al-Aslami, se encastilló en esta plaza en el año 917 en protesta contra las fuertes contribuciones impuestas por el futuro califa Abd Al-Rahman III. Tras un largo asedio el castillo fue reducido. A mediados del siglo XII, el geógrafo Al-Idrisi, lo calificó de castillo muy fuerte.

Tres fotografías de la complicada entrada al castillo. Contaba con dos puertas y un puente levadizo sobre foso seco defendido por un muro fusilero y batido desde arriba por el baluarte de Santa Ana, para llegar al rebellín del Bon Repós Norte. Luego había otra puerta con otro puente levadizo para superar el rebellín.

Alfonso I de Aragón conquistó el castillo y lo ocupó durante los años 1122 a 1126, pero fue recuperado por los musulmanes. En 1171, Alfonso VIII puso sitio a la fortaleza sin conseguir tomarlo. El 4 de diciembre de 1248, día de Santa Bárbara, es tomado a los árabes por el infante Alfonso de Castilla, futuro Alfonso X el Sabio. Es por ello que recibió el nombre de dicha santa. La fortaleza continuó manteniendo su estructura islámica, sin cambios. En 1296, se posesiona de toda la fortaleza para la corona de Aragón, el rey Jaime II, quién acto seguido, ordenó su remodelación. Durante la Guerra de los Dos Pedros, a mediados del siglo XIV, sufrió importantes daños, por lo que a finales de siglo, Pedro el Ceremonioso ordenó que se realizaran importantes obras de reparación, que llevó a cabo Domingo Borrás, pero no parece que afectaran a su estructura islámica de alcazaba, que se mantuvo. En el siglo XV continuaron las reformas del castillo. Como más importante fue la construcción de otro recinto inferior o albácar. En 1557 un ataque de 14 galeras de piratas berberiscos obligó a la población a refugiarse en el castillo. El rey Carlos I ordenó su refortificación a comienzos del siglo XVI ante el peligro que representaba la armada turca.

 

 

Muro con aspilleras que protege la entrada y el acceso por el camino.

El castillo visto desde el Oeste.

Hasta el reinado de Felipe II no se produjo la gran reforma del castillo, con la construcción de casi todas las dependencias que hoy se contemplan. Por orden del rey e impulsadas por el duque de Maqueda, don Bernardino de Cárdenas, capitán general del Reino de Valencia, se levantaron colosales muros adaptados a la artillería moderna. Duraron las obras desde 1562 a 1580, según proyectos de Juan Bautista Antonelli y Jorge Palearo “el Fratín”. Se convirtió así en la fortaleza abaluartada más importante de la provincia y quizás, de España.

La escuadra francesa bombardeó el castillo y la ciudad en 1691 durante ocho días. Alicante fue destruída y el castillo resultó muy dañado. Se calcula que los franceses lanzaron 3.000 bombas. La llegada de la escuadra española ahuyentó a los franceses.

 

 

Frente Norte.

En el periodo de 1706-1709, durante la Guerra de Sucesión, estuvo en poder de los ingleses y se vio seriamente afectado por acciones bélicas. El 31 de julio de 1706 las naves inglesas bombardearon durante ocho días la ciudad, produciéndose el 8 de agosto el asalto definitivo de las tropas inglesas y holandesas partidarias del Archiduque Carlos, que terminó con la ocupación de la plaza. Tomada la ciudad, los regimientos napolitanos, los milicianos de Corbí y algunos alicantinos comandados por el mariscal francés Mahony, se refugiaron en el castillo. No obstante, debido al intenso fuego al que estaba sometido el castillo y por quedarle tan solo 235 soldados, Mahony capituló el 7 de septiembre, dejando el castillo en manos inglesas. En el invierno de 1708 los ejércitos borbónicos guiados por D’Asfeld ocuparon Alicante el 3 de diciembre, pero no el castillo, que continuó en manos inglesas. D’Asfeld diseñó un espectacular plan para destruir la fortaleza excavando una mina, la más grande del mundo hasta la fecha, para hacerla explotar llena de pólvora. A mediados de febrero de 1709 quedó terminada la mina, cargándola con 1.500 quintales de pólvora el día 28. D’Asfeld conminó al comandante inglés Richard a rendirse o haría explotar la mina. El 4 de marzo tuvo lugar la terrible explosión en la que parte del monte Benacantil se derrumbó. Murieron Richard y veinte soldados más, pero hasta el 19 de abril, la guarnición inglesa no abandonó el castillo, siendo la última plaza valenciana en caer en manos borbónicas. Un total de 4 morteros y 86 cañones quedaron en manos borbónicas.

A partir del siglo XVIII y especialmente desde mediados del XIX, el castillo perdió importancia militar al no ser útil ante las modernas armas, pasando progresivamente a funciones de prisión. Sus calabozos albergaron a gran número de personas anónimas, pero también a ilustres prisioneros como el marqués de Valdeflores, el conde de Lumiares, los cabecillas de las revueltas separatistas de la guerra de Cuba, algunos líderes liberales, el general Prim o el general Francisco Serrano.

En 1873, la fragata acorazada Numancia, en manos de los rebeldes cantonalistas de Cartagena bombardeó Alicante y su castillo, fuego repelido por las baterías del castillo. En 1893 fue desartillado por orden del gobierno al considerar nulo su interés militar. En 1918 sirvió de alojamiento para enfermos de cólera. En 1929 pasó a ser propiedad municipal tras cederlo el estado. Fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1961. Estuvo en lamentable abandono hasta 1963, año en que fue abierto al público. Se inauguraron los dos ascensores que por las entrañas de la roca ascienden hasta la cima del castillo. En 1987 se realizaron importantes excavaciones arqueológicas en el Macho que van a continuar en los próximos años.

Actualmente, el ayuntamiento tiene como objetivo convertirlo en un importante centro cultural.