Castillo de Rugat

Un kilómetro al Sur del pueblo, sobre un monte de 482 m. de altura llamado el Castellet, perteneciente a las estribaciones septentrionales de la Sierra de Benicadell. Su acceso es muy cómodo por medio de un estupendo sendero que nace junto al último chalé del camino del cementerio.

Muy mal estado. Sus restos son muy escasos y en precario equilibrio.

 

 

Frente Sur, rectilíneo. En primer plano, restos de la torre que defendía la entrada.

 

 

Gran torre Sureste, de planta pentagonal.

 

 

 

Vista Oeste del castillo, con las vertientes más pronunciadas.

El castillo visto desde el Este, desde el collado que lo separa del resto de la sierra.

Castillo roquero con planta más o menos rectangular, algo bastante extraño en fortalezas de estas características, pues debe acoplarse al espacio disponible entre las rocas. Ocupa una superficie aproximada de 2.200 m2. En sus muros conserva restos de 11 torreones o cubos, todos cuadrangulares, aunque el que estuvo situado en la plataforma rocosa Sur pudo ser circular. El acceso se hacía desde el collado situado al Este, la parte más accesible y, por tanto, mejor defendida. El flanco Este, soberbio, presenta dos líneas de muralla con tres cubos cada una. La entrada, en recodo, se defendía por dos cubos, hoy prácticamente desaparecidos. En esta zona, los muros se prolongan en ángulo muy cerrado hasta una plataforma rocosa que sobresale por encima del lugar donde estuvo el albácar, del que quedan muy pocos restos. Destaca en muy buen estado el aljibe, con la bóveda de medio cañón casi completa y restos importantes en sus paredes del mortero impermeabilizante de color rojizo. Su fábrica alterna el tapial con la mampostería. En su interior quedan numerosos lienzos de muros y paredes pertenecientes a construcciones de diversa índole, situados alrededor de un conjunto de rocas que sobresale en el centro de la fortificación.

Cerro del castillo, desde el Oeste.

El aljibe quizá sea lo mejor conservado del castillo. Aquí lo podemos ver por fuera y por dentro. Y un detalle de su enlucido, con las varias capas de mortero que posibilitaban la impermeabilización.

Castillo musulmán. Adquirió renombre en su época por las emboscadas de que fue objeto el rey Jaime I cuando se dirigía a esta fortaleza con ocasión de la fingida boda de Al-Azraq que había de celebrarse aquí. En 1298, tras su conquista, fue donado a Bernat de Bellvís como cabeza de baronía, pero ya estaba en ruinas. Fue reconstruido en 1395 por Joan de Bellvís, pero sus descendientes se trasladaron al vecino palacio de Castellón de Rugat, mucho más cómodo, abandonando el castillo definitivamente hacia 1500.

En este conglomerado de lienzos quedan todavía varias almenas.