Castillo de Peñas de San Pedro

Sobre una enorme mole rocosa situada al Norte del pueblo, visible desde decenas de kilómetros en la inmensa llanura manchega. Sin duda es uno de los lugares más asombrosos de España, en posición increíble sobre la inmensa roca. Al inicio del camino de ascenso existe una explanada utilizada como aparcamiento, pero a partir de ahí hay que seguir andando. Es conocida en las fuentes árabes como Sant Bitar, Sant Bitru, Sanfiro o Sanfiruh, y en las cristianas como Rupe Sancti Petri o Pennas Sancti Petri.

Muy mal estado. Apenas quedan restos destacables. Casi todo se ha destruido con el devenir de los tiempos. Incluso las restauraciones llevadas a cabo por los alumnos de la Escuela Taller en los últimos años, han eliminado muchos elementos interesantes, limitándose a levantar la cerca perimetral de nueva planta. En diferentes puntos quedan rastros de excavaciones, pero abandonadas hace tiempo.

Entrada a la fortaleza. Apenas quedan elementos de su pasado esplendor. Contaba con un complejo sistema de defensa a base de puertas, caminos en codo y edificaciones auxiliares, como un cuerpo de guardia. Estaba defendida por tres cañones o pedreros con nombres propios, el San Luis, el Empecinado, y el Terrible, este último en alto, sobre una batería semicircular que dominaba la entrada y al que se accedía por escala de madera.

Castillo roquero de planta irregular alargada, acoplada al espacio disponible, de grandes dimensiones y orientado al Noroeste-Sureste. Tiene una longitud de 440 m y una anchura máxima de 110, ocupando una superficie de 3’52 Ha, aproximadamente. Sus accesos se encuentran en la vertiente meridional, la menos empinada, puesto que en el resto del perímetro la verticalidad de las rocas lo hacen imposible. A pesar de lo enriscado del lugar, la plataforma superior es bastante llana y en ella vivió la población civil, además de la militar, hasta que el pueblo se trasladó al llano en el siglo XVIII. Por lo que en su interior existieron viviendas, iglesias, aljibes, cuarteles, almacenes y todas las instalaciones de una población y de una plaza militar. Conservaba la mayor parte de sus murallas al borde de los cortados rocosos, preparadas para la artillería, pues fue muy transformado en el siglo XIX. Durante las últimas restauraciones se han reconstruído sin tener en cuenta los restos antiguos, formando un muro, no demasiado alto, con la única función de que ningún visitante se despeñe. Todo el cerro estuvo rodeado de defensas, que no necesitaban ser muy fuertes, por lo difícil de su acceso. Las obras de los siglos XVIII y XIX, están realizadas mediante mampostería irregular, de tamaño mediano o pequeño, trabadas con mortero de cal o yeso y enlucidas con mortero de similares características, conservándose de forma muy irregular. Las obras medievales son de tapial de hormigón, de tapial de tierra calicostrada o de mampostería regular y sillarejo, trabadas con mortero de cal, sin enlucir o rejuntar, pero son muy escasas y difíciles de distinguir. Especialmente espectaculares son los caminos de acceso y los bastiones de los extremos del cerro. Los dos parten del mismo punto. El que discurre longitudinalmente a lo largo de toda la ladera Sur y el que sube en zig-zag, que debió ser su primitivo acceso, conservado después como salida de socorro.

A continuación iremos describiendo los elementos destacables de la fortificación en el sentido de las agujas del reloj a partir de la entrada Oeste o moderna:

 

 

Habitaciones excavadas en la roca, junto a la entrada, correspondientes al cuerpo de guardia y al botiquín.

El camino de acceso, actualmente restaurado por la Escuela Taller mediante un pavimento de losas, alternadas por zócalos de mármol, se delimita entre la roca, donde se aprecian una serie de recortes correspondientes a edificios hoy desaparecidos, como el hospital o botiquín y el cuerpo de guardia. En algunos puntos de dicho camino se observa la roca natural pulida y recortada para facilitar la subida de carruajes de ejes estrechos. El lado opuesto queda delimitado por un  parapeto de mampostería, que permite el acceso a cubierto del fuego exterior. En él aparecen restos de tres garitas, en diferentes alturas, con varias aspilleras que cubrían todos los ángulos. A medio camino de subida se encontraba emplazado el pedrero llamado Resistencia.

 

 

Parapeto que defiende el camino de acceso del tiro exterior.

 

 

Camino de acceso, en ligera pendiente para permitir el paso de carros. Se aprecia el recorte en las rocas para ensancharlo.

Restos de la primera garita

Restos de la segunda garita.

Restos de la tercera garita.

Conjunto de parapetos que anteceden al acceso superior de la fortaleza, los cuales cierran el paso en el caso de la pérdida del cuerpo de guardia inferior.

Entre ellos, destaca un parapeto con doce aspilleras o fusileras, que desarrollan un giro gradual con el fin de cubrir todo el acceso, al tiempo que la altura del muro cubre y protege a los defensores.

Acceso Oeste. Fue el principal desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Presenta diferentes fábricas de construcción pero apenas se distinguen al haber sudo enlucidas las paredes. La puerta de acceso está defendida por una garita del recinto superior y un cuerpo de guardia. Se aprecia el umbral, una de las quicialeras de la puerta y parte de las jambas. Defendiendo la entrada se emplazaban el pedrero Gerona, un cañón denominado El Vencedor y otro pedrero, El Zaragoza. Como puede apreciarse sus denominaciones corresponden a lugares señalados, de la Guerra de la Independencia.

Cuerpo de guardia, configurado mediante el rebaje de la roca natural y la conducción de un muro semicircular, contando con cinco fusileras. Su posición saliente respecto al conjunto de resto del acceso le permite la defensa adelantada de la puerta y de gran parte de la ladera.

 

 

Escalera de acceso tallada en la roca, con huecos centrales para facilitar el acceso a las caballerías.

Una vez cruzada la puerta, el cuerpo de guardia y sus defensas, nos encontramos con un complejo conjunto de lienzos de muralla y garitas que cierran el recinto por su parte inferior del lado Suroeste, posiblemente retomando en parte edificaciones medievales y aprovechando en parte un brusco escalonamiento de la roca de la ladera. Existen cortinas realizadas en diferentes tramos, con diferentes grosores y secciones, algunas conservando la coronación en bisel inclinado al exterior, facilitando el uso de fusiles, pero exponiendo a su usuario. Este lugar está especialmente fortificado, con muros en paralelo con diversa función, por la necesidad de soportar un posible bombardeo desde el Cerro Gordo. Todo ello ha quedado muy alterado por las últimas obras de restauración.

 

 

En el centro de este recinto aparecen dos silos subterráneos, apreciables por las rejas que los cubren.

Garita de planta circular, cuerpo cilíndrico y cubierta en semiesfera. Presenta un acceso orientado al Este y tres fusileras, dos batiendo los muros y otra hacia la ladera. Se emplaza en el centro de un recinto mayor de planta semicircular.

 

 

 

Muro meridional, desde la garita hasta la entrada.

Garita de planta circular y cuerpo cilíndrico, que ha perdido la cubierta. Presenta un acceso orientado al Norte y tres fusileras, dos batiendo los muros y otra hacia la ladera.

 

 

 

Extremo Noroeste del castillo, con todos los elementos explicados hasta el momento.

Batería de San Fernando. Situada en el extremo Noroeste de la gran roca, se trata de una plataforma artillera con cuatro bocas de fuego (aunque solo tuvo dos cañones), realizada mediante muros de planta trapezoidal, dispuestos de forma semicircular. Se asienta sobre una plataforma de obra realizada con ripio, y se le adosan una serie de muros con el fin de proteger sus flancos. Se dice que se emplearon elementos procedentes de la iglesia para su construcción, por lo que la obra actual es posterior a su voladura, pero con la reciente restauración y enlucido no se distingue ninguno.

Batería de San Fernando.

Vista occidental.

 

 

 

Muro Noroeste, sobre una ladera vertical inaccesible, por lo que tenía escaso grosor y alzado, cumpliendo funciones de antepecho de los moradores más que de lienzo de muralla. Aunque con la restauración, todos los muros se han homogeneizado.

Letrina. Situada en un cubo de planta rectangular, realizado en sillería y sillarejo en su cara exterior y mampostería en la interior. Presenta un arco al exterior de medio punto y un hueco interior que apuntan a su utilización como retrete o “común”, tal y como se denomina en los planos del XIX a este tipo de obras.

Flanco septentrional del castillo.

En un cantil de la ladera Norte se construyeron una serie de edificaciones, hoy inexistentes debido a la restauración, en la que una de ellas parece que fue un polvorín que terminó por estallar, circunstancia que explicaría el hueco en la superficie y  el desplome de rocas de parte de la ladera. En la actualidad ha quedado el lugar un tanto extraño pero similar a dos plataformas artilleras.

Ruinas del cuartel, de planta rectangular, completamente arruinado y derrumbado sobre sí mismo, por lo que tan sólo se aprecia su planta y distribución interna de forma genérica. Orientado de Noreste a Sureste dentro del cual se aprecian una serie de estancias cuadrangulares, alineadas a lo largo de cinco naves compartimentadas. En su sector Suroeste parece que desarrolla un pasillo o patio en forma de L, si bien el grado de colmatación impide conocer más detalles.

 

 

La explanada superior del castillo parece que estuvo dividida en dos recintos por medio de un muro con aspilleras que lo atravesaba transversalmente, pero nada queda de él.

Conjunto constructivo constituido por dos aljibes de planta rectangular y cubierta mediante bóveda de cañón, a la que se le adosan por su cara Norte dos estancias, dedicadas a cantina y lavaderos. Al Este y Sur se aprecian otras tres estancias rectangulares, una de las cuales parece que se utilizó como almacén de pólvora. Los aljibes poseen diferentes fábricas constructivas, que muestra sus etapas. Los vasos están realizados con tapial de hormigón, empleados tanto en fases islámicas como bajomedievales, mientras que las bóvedas de cañón, realizadas en piedra encofrada mediante una cimbra, pueden ser tanto coetáneas como posteriores, si bien ha sufrido varias reformas, como se aprecia en la reutilización de fragmentos de molduras y dovelas de arcos que por su tipología son bajomedievales.

 

 

 

Estancias septentrionales, dedicadas a cantina y lavaderos.

Sector Noreste, con su muro zigzagueante.

 

 

 

Zona Noreste.

Batería de San Carlos. Contó con dos cañones, aunque no han conservado los huecos para las piezas. Presenta una forma semicircular, con un talud al exterior con el fin de conseguir un piso firme y saliente sobre la ladera. Junto a ella se conservan unos escuetos muros que fueron letrinas, pero han sido olvidados en la restauración.

Batería de Daoiz. Es similar a la anterior pero con solo una pieza.

Punto más elevado del castillo, con el vértice geodésico, la imagen de la Virgen y varias placas. La estatua de la Virgen fue colocada en 1954 por las Hijas de la Caridad, quienes estuvieron en Peñas hasta el año 2009. El último domingo de octubre tiene lugar una multitudinaria romería.

Batería sin nombre, batería de Velarde y ruinas de la vivienda del gobernador.

Restos y ruinas de la ermita de la Santa Cruz. Comenzó a construirse en 1517 tras unos extraños fenómenos meteorológicos como el Fuego de San Telmo, que se tomaron como milagrosos, y se terminó en 1572. En el año 1742 fue reconstuída tras estar en ruinas. Y en 1810 se transformó por completo para destinarla a vivienda del gobernador del castillo, hospital y botiquín.

Batería de Velarde. Cuenta con tres bocas de disparo aunque solo contó con un cañón.

Batería para una pieza con dos bocas de disparo. Presenta un refuerzo biselado y ataludado en su flanco derecho, con el fin de defender la posición de un posible hostigamiento desde ese flanco.

Aljibe con dos vasos de planta rectangular y cubierta de bóveda de cañón, prácticamente ocultos. Parte de las bóvedas están derrumbadas, lo que permite contemplar parte de su interior.

Pabellón de oficiales, consistente en un edificio de planta cuadrangular, cubierto a dos aguas y compartimentado en varias habitaciones, patios y pasillos. Se conservan los vanos y ventanas de su fachada meridional.

Línea de defensas de la zona Sureste.

Garita de vigilancia de planta circular, efectuada en uno de los quiebro de la muralla, para lo cual se refuerza y abaluarta el muro con el fin de facilitarle una posición adelantada. Posee una puerta orientada al Este y tres fusileras, dos a ras de muro y otra frontal.

 

 

 

Frente oriental.

Ruinas de un edificio multifuncional, adosado a la muralla, que presenta numerosas reformas. Tuvo planta rectangular dividida en tres naves y un patio central. En la más oriental su uso era el de estancias para oficiales y empleados. La siguiente es un patio con leña con la que alimentar los hornos de pan, los cuales se ubicaban en la siguiente nave, junto a los cuales estaban las estancias de los panaderos. La siguiente nave se compartimentaba en tres estancias para personal sin especificar su rango. Además, contaba con construcciones anexas a las anteriores para usos diferentes, en concreto fraguas, patio de fraguas y cuarto de presos.

Conjunto de murallas, torres y garitas, de diferentes épocas que han sido adaptadas a las necesidades de la fortificación en su último momento de uso.

Restos de la iglesia de Nuestra Señora del Socorro. La nave central de la iglesia fue usada como patio y estaba rodeada por estancias para la tropa. El ábside se empleó como cuerpo de guardia, junto al mismo se encontraba un alojamiento para sargentos, una cocina para la guarnición y un alojamiento para asistentes. Los bajos de la torre se emplearon como calabozo y la parte superior para alojamiento de cuatro oficiales. Adosado al exterior de la torre se construyó un corral para tinajas con caldos. Al exterior de la iglesia, adosada a su muro Norte se crearon estancias para almacén de víveres, almacén de munición de artillería y alojamiento para artilleros y almacén de munición de infantería. Fue usada como polvorín, lo cual supuso su voladura por el alcance de un rayo en 1810. El percance mató a 19 soldados e hirió a muchos más, destruyendo gran parte de los edificios del castillo. Con posterioridad, sus restos se emplearon en la reparación o construcción de otros edificios de la fortificación.

Acceso primitivo, sólo apto para caballerías, y aun así cuesta imaginar a las caballerías ascendiendo por esta estrechísima escalera, cuyo origen seguramente es de momentos prehistóricos. Se trata de un camino en zig-zag que asciende aprovechando los escalonamientos de la roca, regularizando los tramos mediante un muro, un pavimento de guijarros y en ocasiones el tallado de escalones en la roca.

Torre de planta semicircular, que presenta un recrecido trapezoidal y un refuerzo de la base con el fin de dotarla de planos inclinados que soporten el impacto de artillería de sitio. La base es claramente una torre bajomedieval, realizada en mampostería irregular trabada con mortero de cal, la cual ha perdido el enlucido exterior.

Puerta de acceso medieval en forma de recodo, realizada mediante paños de tapial de hormigón, donde se aprecian los huecos de las agujas. Ciertas reformas de la puerta han empleado el tapial de tierra. No se aprecian sillares en su construcción.

Imagen aérea extraída de la web: “arqueolugares.blogspot.com”.

El cerro del castillo ha sido ocupado desde la prehistoria, por todas las civilizaciones existentes en España. En el año 928 las tropas califales ocupan según Ibn Hayyan de Córdoba “la fortaleza de Sant Bitar –hisn Sant Bitar- y sus dependencias, en la cora de Tudmir.” Al-Ubdri señala en el siglo XI, las distancias “de Molina al castillo de Sant Bitru 40 millas, de Sant Bitru a Chinchilla (Sintiyala) 20 millas”. Entre finales de 1217 e inicios del 1218, las Peñas, el “Rupe Sancti Petri” de los cristianos, fue tomada por las tropas del concejo de Alcaraz, siendo recuperada casi de forma inmediata por Ibn Hud, quien la reintegró en el reino de Murcia. Es nuevamente conquistada en 1242, junto con Chinchilla y los castillos de su entorno, por el infante don Alfonso y la Orden de Santiago, siendo nombrado tenente de la fortaleza en 1243 Sancho Sánchez Mazuelo “cum suo germano Iohanne Alfonsi”. En 1253 el maestre de la Orden de Santiago intentó cambiar a Sánchez de Mazuelo, las Peñas, entre otros bienes, por una serie de posesiones en Segura, circunstancia que no se llevará a cabo por la oposición del monarca. Poco después fue reincorporada a Alcaraz por el rey, a cambio de recobrar para sí Tobarra, de manera que en 1272 Las Peñas vuelven a integrarse dentro de Alcaraz. Para fomentar su repoblación en 1305 Alcaraz otorgó una carta puebla al castillo de Peñas de San Pedro, con una amplia relación de privilegios, que con el paso del tiempo será el germen de los intentos de segregación, que culminarán con la concesión del villazgo en 1537 por Carlos V. Durante el siglo XIV y XV se verá envuelta en los conflictos internos y externos de Castilla. Primero sumándose al bando de Pedro I en 1356, lo cual les permitió obtener una primera independencia respecto a Alcaraz, y luego en la Guerra del Marquesado del siglo XV, junto al bando de don Juan Pacheco, opuesto al concejo de Alcaraz. A partir de finales del siglo XV, la población empezó a crear una puebla en la parte baja del cerro, en su vertiente meridional, alcanzando cada vez mayor significación, hasta que en el siglo XVII quedó el castillo tan sólo para uso militar o prisión.

Fue habitado por civiles hasta el siglo XVIII, cuando la población se trasladó al llano, a la base de la peña. Fue muy transformado con motivo de la Guerra de la Independencia. Las obras de la Primera Guerra Carlista parece que fueron puntuales y reconstruyeron o readaptaron las persistentes, sólo se finalizaron obras que se habían iniciado con anterioridad, en concreto durante la Guerra de la Independencia. Se constata en 1836 la presencia puntual y esporádica del General Cabrera, el cual tomó algunos prisioneros y procedió al avituallamiento de sus tropas, para posteriormente seguir su camino hacia Andalucía. No obstante, algún tiempo después, fue  vendido a un particular por 1.000 pesetas.