Castillo de Maús

En el llamado Roquedo del Moro, al Noreste del pueblo, a cosa de un kilómetro tal vez. Existe una pista forestal que nos permite acceder hasta él con vehículo. Es llamado así porque en una cueva que hay en su base estuvo como eremita el hermano Gregorio de Maús, de sobrenombre “el rebelde”, en el siglo IX.

Prácticamente desaparecido.

 

 

 

Roquedo del Moro, visto desde el pueblo.

 

 

 

Desde este punto se aprecia la subida y entrada a la cueva del eremita, en el primer escalón rocoso.

 

 

 

Foso excavado en la roca.

Fue castro celtíbero, luego reconvertido en fortaleza medieval. Está coronado por una plataforma plana de “un tiro de arco de larga por medio de ancha”, sobre la que aún quedaban claros restos de paredes de piedra y adobe correspondientes a más de treinta antiguas casas, más antiguas incluso que el camino que llegaba hasta ellas. Pero de eso nada queda. Tan solo encontramos un pequeño lienzo semioculto entre la vegetación. Su planta ovalada, presenta una orientación Este-Oeste. Su único acceso se realizaba por el Norte, mediante un puente de madera que cruzaba un foso tan antiguo como el propio cerro. Quitando el puente de madera se convertía en inaccesible. Todo el resto era un cortado de piedra arenisca. Defendiendo el puente y el foso debió existir una gran torre, pues ahora aparece en ese punto un enorme montón de mampuestos derrumbados en el que han colocado un monolito de vértice geodésico. Debajo de él se observan espacios aterrazados y cada terraza era contenida por destartalados muros de piedras, grandes e irregulares, ya desaparecidas.

 

 

 

Único muro conservado en su interior.

 

El hermano Gregorio de Maús, de origen noble, fue ofrecido a la regla monástica cuando apenas tenía doce años, en el siglo IX. Descontento con la disciplina del Monasterio Servitano al haber alcanzado la edad adulta, abrazó, al igual que otros monjes, la condición de eremita durante algunos años, lo que le valió el sobrenombre de «El Rebelde». Se recluyó en una cueva que se abre en uno de los cortados del monte del castillo, al Oeste. Aprovechando la facilidad para el trabajo que aquella blanca roca entre caliza y arenisca ofrecía. La cueva estaba en general bien ventilada aunque en sus partes más recónditas y oscuras, pequeñas raíces se alimentaban del agua y la humedad que escurría la piedra. La cueva contaba con un estrecho pasadizo, hoy muy erosionado y desfigurado, que la comunicaba con el interior del castillo. Modernamente se ha habilitado una escalera metálica para visitar la cueva.