En la parte alta del pueblo, en su plaza, adosado a la casa consistorial.
Tan solo queda un torreón con una de sus puertas, quizá la principal. Todo el conjunto se encuentra perfectamente restaurado, aunque con elementos modernos.
Parte trasera. Se aprecia el gran ventanal, excesivamente moderno, que alberga la Oficina de Turismo.
Lienzo y cubo, muy arruinados, situados en la parte opuesta, hacia el Oeste.
Con los escasos restos y la devoradora trama urbana, incluída la plaza de toros, construída en medio del castillo, poco se puede decir sobre su estructura y características. Se sitúa sobre una colina, de no demasiada altura, pero la suficiente para destacar sobre la gran llanura manchega. Esto es bastante evidente en su flanco oriental, lugar en que se ha colocado un mirador puesto que se disfrutan de grandes vistas. En el resto, de pendientes más suaves, se alzan las casas. Es aquí, al Este, donde se encuentra la puerta defendida por un torreón de planta cuadrada. Quizá fuera la puerta principal y quizá tuviera otro torreón al otro lado, pero no lo sabemos. El torreón tiene fábrica de mampostería con sillarejo en las esquinas. Ha sido restaurado abriéndole grandes vanos acristalados y añadiéndole un casetón en la azotea con el reloj municipal. En cuanto a la puerta, de grandes proporciones, presenta arco peraltado de buena sillería. En la zona Oeste se pueden observar algunos restos dispersos y, con seguridad, en el interior de algunas viviendas también quedarán vestigios.
A la izquierda, resto de un muro adosado a la tapia de la plaza de toros. A la derecha, piedra romana reutilizada en la construcción de la torre.
Elevación sobre la llanura manchega que albergó el castillo de Iniesta.
De origen árabe, fue conquistado por los cristianos en 1186. Ocupó el castillo durante algún tiempo el célebre don Enrique de Aragón, llamado el Nigromante, pues don Juan II le dio en señorío la villa de Iniesta para que en ella terminase sus días. En el XIV era de los García de Albornoz, pasando en 1421 al Marquesado de Villena, sufriendo todas las vicisitudes del mismo. Los Reyes Católicos ordenaron la destrucción de su castillo y murallas. Todavía perduraban sus restos en el siglo XVI. Hoy alberga la Oficina de Turismo.