
Se sitúa sobre una colina rocosa de 240 m de altura ubicada al Sur del caserío de su nombre, a tres kilómetros del pueblo de Adsubia. Vigilando el antiguo camino del interior hacia la costa de Gandía por la Vall de Gallinera. Hace unos años se restauró en parte el castillo, habilitando de paso, su acceso y un aparcamiento para vehículos.
El castillo, hasta la restauración, estaba en completo abandono, con frecuentes actos vandálicos, fuertes humedades y con grandes grietas que amenazaban su estructura. Los vegetales erosionaban sus paredes, habiendo perdido almenas y adarve, puertas, vanos, etc. Por otra parte, la restauración, como suele ser demasiado habitual, ha añadido materiales modernos y elementos de diseño, totalmente impropios en edificios de estas características.

En primer término la torre Norte. Se observa la puerta a la izquierda y los cristales en las ventanas producto de la restauración.

Flanco Noroeste, con la torre Oeste en primer plano.
Castillo montano de planta trapezoidal con cuatro torres en sus cuatro esquinas, cada una diferente de las otras. Todo el conjunto está realizado en tapial sobre mampostería y con los vanos y aberturas remarcadas en ladrillo. En la fachada Noreste se abre la entrada, con arco de medio punto en ladrillo. Tres de sus fachadas miden unos 17 metros, mientras que la Sureste es más corta, cubriendo una superficie aproximada de 520 m2. Conserva unos 15 metros de altura. Fue utilizado como residencia señorial por lo que se observan todos los elementos propios de un edificio de estas características. La entrada da paso, a través de un cuerpo de guardia, al patio, rectangular y de dos alturas, donde se encuentra el aljibe principal y desde donde se accede al resto de dependencias. Se pueden encontrar las caballerizas, cocina, comedor y un gran salón con grandes ventanas sobre el patio. Las habitaciones de la tropa y sirvientes se situaban en las dependencias inferiores del ala Oeste, las cuales poseen aspilleras. Las habitaciones principales se sitúan en el piso superior del patio. Conserva molduras de yeso en puertas y ventanas interiores. Destaca en todo su conjunto la torre Este, más grande que las otras, y la más complicada de ver, puesto que la vegetación arbustiva impide el paso en casi todo su perímetro, excepto la puerta. En su interior subsiste una sala cubierta con bóveda de arcos nervados, un aljibe y una escalera de caracol. Es la construcción más antigua del castillo, seguramente del siglo XII. Dentro de una sala se encuentra uno de los mejores conjuntos de grafitos medievales de España, en los que destaca una escena con unos guerreros pertrechados con armamento medieval y unos barcos con una serpiente de mar. Hasta la restauración, no se había llevado a cabo ninguna actuación dirigida a preservarlo, por lo que todos los pavimentos, paredes, adornos y forjados son los originales de la época. Al parecer, la fortaleza señorial se levantó en el siglo XV aprovechando una gran torre atalaya árabe del siglo XII, utilizándola y acoplándola al castillo como torre de flanqueo.




Flanco oriental.
Al parecer, la torre Este (siglo XIII), es la más antigua del castillo, y a la que se adosó el resto del edificio. Fue transformado en residencia feudal en el siglo XV, añadiéndole todas las dependencias propias de un lugar así. Fue conquistado por Jaime I, siendo su origen musulmán y perteneciendo al señorío de Al-Azraq hasta 1258. En 1262 estaba administrado por Bernat Guillem, capitán de ballesteros que participó en las luchas contra el caudillo musulmán sublevado. Vencido éste, el rey creó la baronía de Forna para su hijo y heredero Pedro, quién a su vez, lo cedió a su hijo Jaime, cuyo descendiente, Pedro de Ribagorza lo permutó con el Conde de Cardona en 1325, el cual lo cedió a Vicent Escorza, muerto ajusticiado por haber tomado parte en las guerras de la Unión contra Pedro IV. En consecuencia Forna se confiscó y se subastó comprándolo Pedro Busquets y Francisco Solanes en 1350. En 1351 es comprado por Martínez de Entenza, mujer de García López de Cetina por 20.000 sueldos. En 1395 pasó a Pedro Posadores quién lo vendió por 250 florines de oro a Bertomeu de Cruilles, familia que poseyó la baronía hasta el siglo XVI. En el XVII pertenecía a la familia Figuerola y en el XVIII a los Juliá, pasando por último al barón de Santa Bárbara. El último propietario del castillo fue don José González de la Peña y de la Encina, fallecido en 1963. Actualmente es propiedad del ayuntamiento de Adsubia

Frente Noroeste.


En nuestra visita de 2021 se le habían colocado unos cinturones de hierro a la torre Oeste debido a la aparición de grandes grietas verticales que inclinaban sus muros peligrosamente.