
En el llamado Cerro del Castillejo, de 847 m. de altura, situado al Noroeste de la población, muy cerca de la ermita. Su acceso no reviste complicación alguna, puesto que una pista forestal llega hasta sus inmediaciones.
Muy mal estado. Apenas quedan unos vestigios muy escasos.


El castillo por encima del pueblo. Detrás asoma la ermita de la Virgen de Trascastillo.
El muro Oeste visto desde intramuros.


El muro Oeste es del que quedan los restos más considerables.
Castillo montano de reducidas dimensiones, con una curiosa planta triangular, por lo menos en los restos que se pueden observar hoy día. De lo que hay oculto nada se sabe. Tiene una longitud máxima en su eje Noreste-Suroeste, de 33 m, y una anchura de 23, cubriendo una superficie de 430 m2. Los restos existentes nos dan poca información, puesto que aparecen tan descarnados y erosionados que es difícil aventurarse a hacer afirmaciones. Sin duda, el lienzo mejor conservado es el situado al Oeste, conserva una altura próxima a los cuatro metros y, en algunos puntos, todavía aparecen los mampuestos de recubrimiento exteriores. Destaca la existencia de dos torres albarranas, que parecen circulares, en los extremos del lienzo Sureste. Y también aparece, delante de dicho un muro, un pequeño lienzo que podría denotar la existencia de una barbacana. La colina donde se asienta el castillo tiene una curiosa forma cónica claramente artificial que bien pudiera deberse a la existencia de otro recinto más extenso, posible albácar. Con este recinto la superficie del castillo llegaría a los 1.950 m2. Puesto que de ser el tan famoso castillo donde don Juan Manuel pasaba largas estancias, no pudo ser de tan reducida extensión como indica el recinto superior, sino un castillo que albergara estancias adecuadas para su señor. Y eso conlleva una mayor superficie.



Torre albarrana meridional.
Aunque no se conoce el origen exacto de esta fortaleza, parece ser que fueron los árabes quienes la construyeron aprovechando las ruinas de algún emplazamiento o fortín ibérico, o de algún castro o fortaleza romana. Quizás ya en el siglo IX, año 887, al establecerse en Alarcón el rebelde Omar Ibn Hafsun, encarnizado enemigo de los emires de Córdoba, se iniciase la construcción de una atalaya o castillo en El Cañavate, aprovechando los restos de anteriores defensas. El año 1305 don Juan Manuel tomó posesión de Alarcón y sus aldeas, estableciendo su residencia en el castillo de Garcimuñoz y pasando muchísimas jornadas en el castillo de El Cañavate, controlando la ceca que aquí tenía instalada y practicando el deporte de la caza del que era muy entendido y buen aficionado. El primer documento que hace referencia expresa al castillo de El Cañavate tiene fecha de 5 de enero de 1430 y se trata de un requerimiento que García Rodríguez de Alcañavate, tenente del castillo de Alcañavate, hace a su alcaide, Lope de Alarcón, doncel del rey en Alarcón, para que dispusiese se hiciese obra en dicho castillo por estar muy arruinado.

Esquina Este del recinto, con la torre avanzada

La misma esquina vista desde el interior.
En 1439, Juan II de Castilla mandó a Lope de Alarcón que entregara los castillos de Alarcón y de Alcañavate a su primo el rey de Navarra, resistiéndose por dos veces Lope de Alarcón, apoyado por el concejo de la villa, a cumplir tales órdenes. El Cañavate fue tierra y aldea de Alarcón hasta 1480, fecha en que se le concedió el título de Villa de realengo con término propio, concluyendo que, desde los tiempos más remotos, los castillos de Alarcón y de El Cañavate pasaron por las mismas manos y corrieron la misma suerte. A la muerte de Enrique IV (1474), se desató una guerra dinástica entre los partidarios de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando y don Diego López Pacheco, marqués de Villena, defensor de los derechos de Juana la Beltraneja que se había atrincherado en los castillos de Alarcón, El Cañavate, Garcimuñoz y Belmonte. Vencidos los partidarios del marqués de Villena en 1480, los Reyes Católicos castigaron muy severamente la altivez del marqués ordenando desmochar y derruir las torres y almenas del castillo de El Cañavate, sirviendo parte de sus piedras para construir parte de la ermita que conocemos. En las Relaciones de Felipe II, del siglo XVI, todavía conservaba una puerta y restos del foso y muros, todo muy fuerte.
