Castillo de Cutanda

Sobre un otero o colina que sobresale entre las casas del pueblo de su nombre. Pueblo o pedanía situada a 13 kilómetros al Este de la capital municipal. Lugar de antigua estirpe histórica que ha sido testigo de importantes hechos bélicos. Su acceso no reviste dificultad alguna.

Muy mal estado. Fue sistemáticamente desmantelado durante el siglo XIX, primero para fortificaciones durante las guerras carlistas y luego por los propios vecinos para reaprovechar sus materiales.

Castillo montano de planta poligonal, aunque es difícil aventurarse debido a sus escasos restos. Como también es difícil acertar con su superficie, pero observando las curvas de nivel y el espacio en el cerro, puede rondar los 3.000 m2. Lo más destacable y también lo más visible, incluso desde gran distancia, es un grueso muro de 2 m. de espesor y 12 de longitud. Su estado es muy precario pues ha perdido muchos materiales en su base y su estabilidad peligra. En su parte exterior está recubierto con sillería y en la interior aparecen vestigios de una bóveda de crucería que se cree que fue de una antigua capilla. Semioculto por unas casas, al Sureste, se encuentra un cubo circular, también forrado de sillares. Y existen vestigios de otros dos cubos, en los extremos Sur y Oeste. Incluso al Norte queda una sala subterránea de planta rectangular y bóveda de cañón.

 

 

El cerro del castillo visto desde el Oeste.

El origen es muy antiguo pues se levantó sobre las ruinas de un poblado ibérico seguramente en época musulmana. Tanto el castillo como la población ya existían en esa época. Aquí se produjo una importante victoria de Alfonso I el Batallador y Guillermo de Poitiers sobre los almorávides en 1120 (Batalla de Cutanda). Posteriormente se perdió de nuevo y fue reconquistado por Ramón Berenguer IV, quien lo cedió al señor de Belchite. Luego estuvo bajo varios tenentes y perteneció a aquella marca que gobernaban los señores de Belchite. Perteneció al señorío de la mitra de Zaragoza a finales del siglo XII. Los arzobispos lo destinaron a cárcel y depósito de cobros. Fue reformado por el arzobispo Hernando de Aragón. Según nos cuenta el manuscrito de Diego Espes, se realizaron varias obras en el castillo en los años 1243, 1500 y 1554 destinadas a terminar diversos aposentos, escaleras, chimeneas, etc . El castillo de Cutanda se convertirá en un palacio señorial destinado al exclusivo uso de su  propietario, el arzobispo de Zaragoza. La fortaleza servirá, sobre todo, como almacén donde recaudar y guardar los impuestos que recibía la mitra, para transportarlos posteriormente a Zaragoza. Pero nunca perdió su carácter de fortaleza. Fue atacado por los castellanos en 1445 pero no consiguieron tomarlo. El castillo de Cutanda, en el año 1449, fue defendido por Fray Hugo de Cervellón de las incursiones de los castellanos quienes, mandados por Gómez Carrillo, se dedicaron a asaltar los pueblos de Bañón, Rubielos de la Cérida y Cosa, robando todos sus ganados. 

BATALLA DE CUTANDA. (Texto extraído principalmente de la web: “historiaragon.com”. La batalla de Cutanda fue una de las más importantes victorias de Alfonso I el Batallador. Las fuentes musulmanas no dejan de reconocer la decisiva derrota y las numerosas bajas habidas en la batalla. En el plano estratégico, el desastre acababa con las esperanzas de recuperar Zaragoza para el islam. La batalla pasó a la leyenda popular en la expresión “peor fue que la de Cutanda” con el sentido de minimizar desgracias. La leyenda del monarca aragonés, Alfonso I el Batallador, afirma que venció a los musulmanes en más de 100 batallas, siendo la principal baza cristiana contra los almorávides.

Tras arrebatarles Zaragoza en una suerte de cruzada, Alfonso I tomó Tudela, Tarazona y otras poblaciones de los valles del Ebro, Huesca y Jalón. Frente al avance cristiano, el emir Ali ben Yusuf encargó a su hermano, Ibn Tayast, poner en marcha en el invierno de 1119 un ejército que sacara rédito de las disidencias entre Alfonso y su esposa doña Urraca, reina de León y de Castilla. Alfonso el Batallador se hallaba sitiando Calatayud en la primavera del año 1120, cuando tuvo noticia de que el ejército almorávide avanzaba por la ruta que de Valencia lleva a Zaragoza. Inmediatamente suspendió el asedio, pero tomando rehenes de los sitiados para asegurarse una posterior conquista de la plaza. Consciente de la importancia que podría tener el poseer una plaza fuerte situada más al Sur y esperar allí a los musulmanes, puso sitio a la fortaleza de Cutanda, con el auxilio del francés Guillermo IX, conde de Poitiers, que colaboraba con 600 caballeros, y tal vez otras tropas ultrapirenaicas de Bearn y Bigorn que habían colaborado en la conquista de Zaragoza año y medio antes. Con él estaba también Imad al-Dawla, con escasos efectivos probablemente, y el grueso de sus tropas, que se compondría de caballeros e infantes de Aragón, Navarra y Rioja.

Alfonso I el Batallador en su más célebre imagen, el cuadro pintado por Francisco Pradilla Ortiz.

El camino seguido por las tropas almorávides a partir de Teruel pudo ser por el valle del Jiloca hacia Calamocha, o por Perales de Alfambra, Portalrubio y Cutanda. Por no saberse, ni siquiera se conoce el lugar exacto de la batalla. Se calcula que debió producirse en un valle, hoy totalmente cultivado, que se extiende entre dos lomas de pequeña altura, donde a veces han aparecido huesos al labrar la tierra. También se conoce el paraje con el nombre de “campos de la matanza”. Dicha zona se encuentra inmediata al pueblo en su lado oriental, por la salida que va el camino de Nueros, y en su comienzo hay un calvario, que al parecer se halla sobre un monumento funerario conmemorativo del hecho. El lugar es apropiado para la maniobra de dos ejércitos en campo abierto. Las cifras siempre son exageradas. No se cree que hubiese 20.000 muertos entre los musulmanes, ni que se capturasen 2.000 camellos, ni que los cristianos contasen con 12.000 jinetes. Pero de lo que no cabe duda es que la derrota islámica fue definitiva. Los propios escritos árabes lo confiesan así, lejos de ocultarlo, como han hecho en otras ocasiones. 

Batidos en retirada los almorávides y sus aliados, Alfonso no perdió el tiempo ni la ocasión. Siete días después (24 de junio), entró en Calatayud y en el frente del Jalón-Jiloca se apoderaría de todas las fortalezas musulmanas, entre ellas Daroca, como primer acto de dominio, dejando la repoblación y fundación de nuevos pueblos para los años de la tercera década del siglo XII, que por entonces se iniciaba. Es falso que Ibrahim ibn Tayast fuese desposeído de todos sus bienes como consecuencia de este fracaso, pues se mantuvo al frente del gobierno de Sevilla hasta 1122. Se le dio el mando en el Gran Atlas para combatir a los almohades, que a partir de 1121 habían empezado a agitarse y murió en combate contra éstos en el desfiladero de Tizi an-alainat en 1134. El territorio existente entre Daroca y Valencia se hallaba semidespoblado, y los musulmanes perdieron su interés en mantenerlo, para concentrarse en la defensa de plazas como Tortosa, Lérida, Fraga y otras.

Basamento del cubo Oeste. Todavía le quedan algunos sillarejos de su recubrimiento.

Arranque de uno de los arcos que sustentaban la bóveda de la capilla.

En las siguientes décadas, los musulmanes se concentraron en defenderse de la ofensiva imparable de Alfonso I, al que solo su trágica muerte en 1134 le impidió seguir avanzando por el corazón de Al-Andalus. Sitiando la fortaleza de Fraga con apenas quinientos caballeros, el rey aragonés sufrió el contaataque sorpresa de la guarnición musulmana. Aunque el veterano monarca logró huir y salvarse en primera instancia, las heridas del combate devinieron en su muerte el 7 de septiembre de ese año en la localidad monegrina de Poleñino.

Subterráneo.

 

Este es el cubo mejor conservado. Está situado en el sector Sureste detrás de unas pequeñas edificaciones que lo ocultan en parte. También conserva parte de sus sillarejos.

Todavía estaba en servicio en 1839. Una vez acabada la Primera Guerra Carlista fue la milicia local la encargada de defender y mantener en perfecto estado el castillo, recibiendo de vez en cuando el apoyo de alguna pequeña brigada del ejército que hasta aquí se desplazaba. Tras la consolidación definitiva de los liberales en el poder, el castillo de Cutanda perdió su papel estratégico y fue abandonado. Al carecer de funciones militares el proceso de deterioro de la fortaleza fue imparable.  En junio de 1859 se inició el desmantelamiento de varios habitáculos, posiblemente de las caballerizas y corralizas, para aprovechar sus tejas, pues se estaban realizando reformas en la torre de la iglesia y había necesidad de materiales. Este primer desmantelamiento de la antigua fortificación, ya en desuso, nos aporta una información que se repetirá posteriormente. A medida que la villa crecía en población, se necesitaba un número creciente de piedras, vigas y tejas para edificar las casas, y estos materiales procedieron en gran medida del castillo medieval, que poco a poco fue desmantelado. En el año 1869 fue el propio ayuntamiento de Cutanda quien solicitó permiso para derruir completamente el castillo. En abril de este mismo año se contrataba a Santiago Herrera para que procediera a la demolición, pagándole 500 reales de vellón por su trabajo. Respecto a las tejas, se daba por supuesto que habían sido arrancadas en años anteriores, aunque se detalla que si salieran algunas otras la mitad sería también para el pueblo. A lo largo de 1869 se destruyó la mayor parte del castillo, desmantelado de arriba hasta abajo para aprovechar sus materiales. El primer piso debió quedar intacto, pero desde entonces han sido muchos los vecinos que subieron al cerro para arrancar los sillares, reutilizándolos en sus casas y corrales, dejándolo prácticamente en los cimientos, tal y como se conserva en la actualidad.

 

 

Fuente Vieja, construída con sillares del castillo. Es un claro ejemplo de la utilización de los materiales del castillo por los vecinos.