
Se alza sobre un cerro junto a la confluencia de los ríos Júcar y Cabriel, al Noroeste del pueblo. El lugar donde se asienta es una roca basáltica de origen volcánico, antigua chimenea del volcán del Cerro de Agrás o Negro, situado al otro lado del río. Se encuentra situado a 394 m. sobre el nivel del mar y a 95, sobre el nivel del cauce del río Cabriel. Su acceso se realiza desde la misma plaza del pueblo.
Ha sido reparado y acondicionado, con acierto, en parte. Prácticamente, todo lo que se ve es producto de las restauraciones llevadas a cabo en los últimos años. Se ha hecho mucho, pero todavía queda muchísimo más por hacer. En el momento de nuestra visita en el año 2011 las obras estaban finalizando.


Puerta del castillo. Reconstruída casi en su totalidad, así como los cubos que la defienden. Se llega a ella tras ascender una larga escalera.


Castillo roquero de planta irregular adaptada al espacio disponible en la roca donde se asienta. Presenta dos recintos bien definidos. Un primer recinto o albácar, más amplio, situado a nivel inferior, que rodea completamente al otro y que ocupa una superficie de 3.300 m2. Aquí era donde se refugiaban los lugareños con sus bestias y ganados. Este recinto cuenta con cinco cubos circulares de refuerzo, además de los dos que defienden la entrada. Parece que se accedía a él por medio de un puente levadizo, pero de eso nada queda. Es de origen islámico.

Lienzo Este del albácar.

Muro Suroeste.
Sector de la muralla que ha caído.


El castillo visto desde el Sur, desde la plaza del pueblo.

Zona de las cuadras, en el albácar. Se conserva el empedrado original.
El recinto superior está formado por un palacio construído en el siglo XVI, sobre restos anteriores de claro carácter militar. Se penetra en él por una puerta en recodo situada al Sur, a la que se llega tras una rampa en cuya parte media quedan las jambas de otra puerta. Está la puerta defendida por dos altas torres, una cuadrada y otra circular. Todos los edificios se disponen en torno a un amplio patio de armas rectangular en cuyo subsuelo se halla un enorme aljibe cubierto por estupendas bóvedas. Contaba con capilla, cocina, almacenes, horno y salas de diferente categoría y tamaño. En la parte Norte existe un bastión, bastante arruinado, que debió ser parte del primitivo castillo militar. A lo largo del tiempo, ha alternado las funciones defensivas con las residenciales. De esta función residencial, destacaban las yeserías mudéjares que decoraban algunas de las estancias del edificio, y varias ventanas con estilo gótico y elementos que señalan, en general, esta función residencial que tuvo durante años.

Rampa de acceso al segundo recinto. Se ven los restos de una puerta.




Vista Suroeste del castillo. Se aprecia, por encima del albácar, la entrada y su acceso en rampa, defendida por el cubo circular y la torre cuadrangular.

Imagen oriental del recinto superior, antiguo palacio, y la torre del Homenaje, recién restaurada, con el reloj. Asombra su gran altura.

Quicios y gorroneras de la puerta.

Sector de la puerta de entrada vista desde el interior del castillo. La escalera metálica es el acceso a la torre del Homenaje.

En primer término, la capilla.

Cuerpo de guardia.

Pavimento del patio de armas, a base de guijarros de río.

Bóveda que cubre la planta baja de la torre del Homenaje.
Destaca también la Torre del Homenaje, de la que perviven cuatro niveles, el primero sólo accesible desde el nivel superior. Es de planta rectangular, cuatro niveles o pisos y su fábrica tiene partes de todo tipo y todas las épocas, pues hay tramos con sillares, otros con mampostería y otros con tapial. Quedan vestigios de su decoración tardo-gótica y renacentista, como son los “festejadores” de las ventanas y el arco conopial que enmarca a una de ellas. Antiguamente, en esta torre se situaba una argolla donde eran expuestas las manos cortadas de los bandoleros condenados. En la torre se encuentra el reloj recientemente restaurado.

Parte exterior e interior de la torre. La puerta con arco de medio punto da acceso tan solo a la planta baja. La escalera metálica, al resto de las plantas.

Según los expertos, el reloj de Cofrentes es el más antiguo de la Comunidad Valenciana. El reloj pertenece en su concepción a una etapa en la historia de la relojería llamada prependular, es decir, que es más antiguo que el invento y la adopción del péndulo de los relojes por Galileo o Huyguens. Por tanto, se trata de un ingenio construido antes de la mitad del siglo XVII. Sólo existen dos relojes de características similares. Uno que se encuentra en el Museo de Londres (1600), donado por el condado de Kent que lo tenía instalado en el Castillo de Dover; y el otro el de la Torre del Reloj de Berna (1530), en Suiza. Además, es el único de la Comunidad sujeto por unas cuerdas de cáñamo originales (restauradas) de casi ocho metros de longitud que permiten el funcionamiento del mismo, simplemente con la fuerza de la gravedad, dándole cuerda manualmente cada 24 horas. Este Reloj se ubicó en la torre del Homenaje porque ésta ofrece una mayor altura para la bajada de las pesas y porque el sonido de la campana alcanza a todo el pueblo.


Flanco oriental del castillo. Se ven con claridad el albácar y su puerta, la rampa para entrar en la zona palaciega, la torre del Homenaje y su reloj.

Mazmorra subterránea. Aquí, a la derecha, debajo de la nave del antiguo palacio, se observa su entrada.


Antiguo palacio señorial.


En esta fotografía antigua se aprecia el mal estado del castillo, totalmente ruinoso. Sobre las almenas de la torre del Homenaje se levantó un pináculo de cuatro vertientes.
Respecto al origen del castillo, se han descubierto restos de cerámica de época romana, ibérica y de la Edad de Bronce. Gracias a los elementos arquitectónicos existentes y los restos de tapial de tierra podemos confirmar un inicio islámico de la fortaleza (1147- 1172), y la existencia de una posible habitación de época almohade. Aunque en un principio fue un castillo musulmán, todo lo que hoy se conserva es de factura cristiana. Las tierras de Cofrentes fueron conquistadas por los castellanos y donadas al infante Sancho, primogénito del rey Alfonso X. En 1281 pasaron al Reino de Valencia, por acuerdo entre Alfonso X de Castilla y Pedro III el Grande. En 1329, Alfonso el Benigno concedió la villa a su esposa Leonor, pero en 1369, Pedro el Ceremonioso la reintegró al patrimonio real. Juan I la vendió al Marqués de Villena y en 1403 pasó al duque de Gandía. Durante la administración borbónica se creó la Governació de Cofrents, que comprendía todo el valle de Cofrentes y varios pueblos de la Canal de Navarrés, pero esta demarcación fue suprimida en 1833. Durante la Guerra de Sucesión, las tropas borbónicas se apoderaron del castillo, pero el pueblo continuó a favor del Archiduque de Austria. Los franceses del coronel Granier destruyeron el castillo durante la Guerra de la Independencia, pero años después, en las guerras carlistas, fue reparado. La restauración actual fue posible gracias a la investigación y a los elementos actualmente visibles construidos entre los siglos XIV y XIX. Se han tenido en cuenta fotografías antiguas, excepto para el remate de la torre del Homenaje ya que el de ésta era en chapitel de madera que refleja una imagen palaciega y se optó por una estética defensiva.


Bastión, en el extremo Norte de la fortaleza.


Ala Este. En reconstrucción para ubicar un museo en ella.
Sector Norte del albácar.

Esta es la imagen más característica de Cofrentes y su castillo, reproducida en infinidad de guías y libros. Está tomada desde el Suroeste.