Castillo de Castro

Sobre un cerro de 787 m. de altura, en pleno corazón de la Sierra de Espadán. En un estratégico y remoto emplazamiento, colgado como nido de águilas entre dos profundos barrancos. Se trata de un castillo situado sobre uno de los más espectaculares lugares de la Comunidad Valenciana, con un dominio visual realmente apabullante. Controlaba, además de la sierra, el sector de la costa comprendido entre Almenara y Castellón. Su ascenso se realiza por un sendero desde el pueblo tras una hora y media de recorrido.

Muy mal estado. Escasos son sus restos y encima con grietas y caídas constantes de mampuestos.

El castillo visto desde el Noroeste, por el sendero de acceso.

Cubo circular del extremo Noroeste

 

 

Recinto principal y superior. Obsérvese su mal estado y su fábrica de mampuestos de rodeno rojizo.

Castillo roquero de planta irregular dispersa, con dos recintos y torre del Homenaje. Durante siglos tuvo fama de inexpugnable y, seguramente, debía ser cierto por su enriscada posición. Consta de dos partes claramente diferenciadas. Al Sur, el castillo propiamente dicho, y al Norte, el albácar, en posición inferior. El albácar, de mayor tamaño, presenta una muralla de grandes mampuestos rojizos de rodeno, material que constituyen las rocas de la sierra. En el extremo Noroeste aparece un gran cubo circular que defendía una desaparecida entrada. Y en el flanco Este, una torre cuadrangular que también defendía otra segunda entrada. Este recinto no presenta indicios de construcciones, aunque toda su superficie aparece repleta de materiales derrumbados del recinto superior. Además de la diferente altura, los dos recintos se separan por una larga cortina de 65 m. que se traspasaba por un pequeño arco de herradura, su único acceso. Esta cortina, a pesar de su mal estado, conserva en bastantes lugares, gran altura. El recinto superior, a su vez, se divide en otras dos partes. La más baja y más grande, a la que se penetra por la puerta antes comentada, tampoco conserva restos de habitáculos y aparece plagada de grandes rocas con formas extrañas, rocas que se prolongan hacia el vacío poniendo en juego el vértigo del visitante. En una de ellas, aparecen ocho señales grabadas que representan las ocho victorias del castillo. La parte alta, señorial, es llamada por los musulmanes celoquia, y sí conserva restos de dependencias, además del aljibe y la base de la torre del Homenaje. Esta torre presenta una grieta muy peligrosa que hace presentir su desgajamiento y posterior caída montaña abajo. Todo el sector meridional presenta abruptas peñas totalmente inaccesibles por lo que no cuenta con defensas en esta parte. El albácar servía de refugio a las gentes y ganados de la aljama de Castro y el rafal de Benissabdó, y el recinto superior albergaba a las tropas y a los señores.

Torre del Homenaje. Se puede apreciar la grieta que amenaza su integridad.

Cortina del recinto superior vista desde su interior.

Puerta de acceso al recinto superior.

Aspecto de la celoquia vista desde el albácar.

Marcas grabadas en una roca sobre las que algunos autores indican que representan las ocho victorias del castillo, pero a nosotros nos parece que se trata del antiquísimo juego del mancala.

 

 

Celoquia o zona residencial del castillo, todavía con bastantes restos.

Castillo musulmán  levantado sobre una torre de vigilancia romana (CASTRVM) que dependía de Sagunto. Se cuenta que el rey de Valencia Abu Zayd Abd-as-Rahman, enviaba a su hija Elisenda a recuperarse de sus enfermedades al castillo de Castro. En 1226, este mismo rey se refugió aquí antes de proclamarse rey de Segorbe y declararse tributario de Jaime I. Fue conquistado por Jaime I en la cuaresma de 1238. Tomó parte activa en la sublevación de los moriscos capitaneada por Al-Azraq, pero fue sometido en 1250. Perteneció a la Corona hasta 1272, en que el Conquistador lo donó a su hijo Jaime de Jérica, nacido de Teresa Gil de Vidaure, quedando integrado en dicha baronía. Volvió a la Corona en 1372 y Pedro el Ceremonioso lo donó, como regalo de bodas al casarse con María de Luna, a su hijo, el futuro rey Martín el Humano. Éste pasó largas temporadas en Castro debido a su delicada salud. En tiempos de los Reyes Católicos perteneció al ducado de Segorbe. Castro participó en todas las rebeliones de moriscos de la sierra de Espadán, principalmente en la de 1525, encabezada por Selim Almanzor, presentando una heroica resistencia. Solo pudieron ser vencidos en 1526 en Ahín por las tropas del duque de Segorbe y el general Cavanilles. Tras el decreto de expulsión de los moriscos de 1609, éstos se sublevaron de nuevo refugiándose en el castillo, pero también fueron sometidos y, luego, expulsados. Tanto Castro, con 300 habitantes, como Benissabdó, con 70, quedaron despoblados y ya no se volvieron a poblar. El abandono del castillo trajo su olvido y destrucción. Siglos después, durante la primera guerra carlista fue ocupado por Ramón Cabrera y su lugarteniente Cucala. Pero el hecho que más contribuyó a su destrucción fue la Guerra Civil (1936-39). En 1938 fue ocupado por el ejército republicano como observatorio, formando parte de la última línea defensiva antes del mar. Todavía se pueden observar en las cercanías del castillo, trincheras y búnkeres. La I División nacional y la 84 italiana atacaron con artillería el castillo, pero fueron rechazadas con fuertes pérdidas al intentar tomarlo. Los republicanos lo defendían con armas automáticas y artillería de mediano calibre.