Castillo de Caracuel

Frente Noreste.

Sobre un monte, estrecho y alargado, de 749 m de altura, a unos dos kilómetros al Sur del pueblo y desde donde es perfectamente visible. A pesar de pertenecer administrativamente a Corral de Calatrava, se sitúa junto a la pequeña población de Caracuel, del cual toma su nombre y desde el cual se accede. De modo incomprensible se encuentra en el interior de una gran finca privada de acceso restringido. Para llegar hasta él hay que iniciar el sendero en la Ermita del Santo Cristo, de Caracuel.

Muy mal estado. Es una pura ruina. Sus lados Noroeste y Suroeste están prácticamente desaparecidos, y el resto se conserva a duras penas, con grave riesgo de desmoronamientos. Presenta grandes grietas y caída de mampuestos que ponen en peligro su visita.

 

 

 

Imagen tomada desde el Este.

 

 

 

 

Imagen septentrional del castillo.

Castillo montano de planta cuadrangular irregular adaptada al espacio disponible en lo alto de la sierra. Sus lados miden 50, 50, 70 y 35 m, cubriendo una superficie cercana a los 2.500 m2 aproximadamente. No conserva restos de sus puertas pero se puede asegurar con máxima certeza, que fueron dos. Una en el flanco Noreste, detrás de la gran torre pentagonal, y la otra en el flanco opuesto, protegida por dos grandes cubos. De su interior solo se conserva un aljibe, vestigios de un pozo y montones de escombros. El aljibe (10’5 x 2 m) es de ladrillo y hormigón. Cuenta con una profundidad de 3 m quedando los arranques de sus bóvedas. Parece que contó con barbacana y foso en los frentes Suroeste y Noreste. Se aprecian en su frente Suroeste, especialmente el foso, de 10 m de anchura. La parte oriental del cerro era ocupada por el poblado que el castillo protegía. A pesar de que algunos autores afirman que quedan restos de dicha puebla, no encontramos ninguno. Incluso, los habituales fragmentos de cerámica en superficie son muy escasos. Debió contar con una cerca que no debió ser muy fuerte y de la que tampoco encontramos rastro alguno.

En primer término, el aljibe, en el interior del castillo.

 

 

 

 

Imagen tomada desde el Oeste.

Frente Noroeste; quedan restos de una torre que aparece como un montón de escombros. Debió proteger una puerta del castillo que debió situarse aquí. El lienzo tiene un grosor de 2’50 m. En el ángulo Oeste queda otra torre muy saliente que se alzaba al borde mismo del barranco. Este frente se ha derrumbado en su mayor parte. Levantado al borde mismo del escarpe rocoso, todas sus construcciones se han precipitado por él, siendo visibles los montones de piedras. Esta parte era inaccesible por lo que sus defensas debieron ser las más débiles.

 

 

Se puede observar el escalón rocoso que se sitúa en el flanco Noroeste.

El montón de escombros del ángulo Sur es tan grande que casi oculta a la gran torre.

 

Del muro Suroeste apenas queda nada. No obstante, se puede intuir su estructura gracias a los montones de escombros. Destaca en el ángulo meridional uno de esos montones, el cual por su tamaño, podría pertenecer a alguna gran torre o edificio con numerosas dependencias.

Torre avanzada, posible Homenaje: es la principal defensa de la fortaleza, con clara planta pentagonal, apuntando su espolón hacia el antiguo poblado. Esta torre es exenta, dispuesta a 7 m de la cortina principal. Conserva una altura de unos 15 m. Su fábrica es la mampostería con sillarejos en los ángulos. El grosor de sus muros es de 2’60 m. Sus muros miden 8’5 m el trasero, 7’20 los muros paralelos y 6’60 los lados que forman el ángulo, por lo que ocupa una superficie de 82’5 m2. Hasta unos tres metros de altura la torre es maciza y, a partir de aquí, consta de cuatro pisos. El inferior o sótano, de planta rectangular y dos metros de profundidad tenía una escalera de madera. El primer piso tenía el acceso por la parte trasera a un nivel ligeramente superior al externo y tiene una escalera encastrada en el muro para ascender hasta la segunda planta. Se cubría esta sala con una gruesa bóveda de cañón de la que son visibles hoy los arranques. La segunda planta está dividida en dos por un arco de ladrillo. En el ángulo del espolón está el hueco de acceso a la terraza de la torre. Esta gran sala tiene ocho ventanas, siete de las cuales parecen estrechas aspilleras y una, la posterior, que es una auténtica ventana para dar luz. Las aspilleras son muy sencillas, formadas por una estrecha rendija entre dos sillares con fuerte abocinamiento hacia el interior. Se cubre esta sala con bóveda de aristas de mampostería y ladrillo. La terraza es inaccesible y no conserva almenas. Se dice que la torre pentagonal está forrando otra más antigua, almohade, de planta cuadrada y fábrica de tapial, y cuyos restos todavía se pueden apreciar en su base.

 

 

 

 

 

Lado oriental.

 

 

 

 

 

Lado occidental.

 

 

Arco de ladrillo que separa las dos estancias del segundo piso y sostiene el forjado del tercero.

 

 

 

Parte trasera de la torre. Se aprecia claramente su mal estado.

 

 

 

En el interior de la torre se aprecian los muros de tapial de la primitiva torre almohade.

Frente Noreste: aquí están los principales restos conservados, pues por la disposición del terreno hace pensar que aquí se permitiría el despliegue de fuerzas importantes, e incluso máquinas de guerra. Tiene una longitud de 50 m. y corta el cerro de extremo a extremo, presentando un  espesor de 3 m. En la zona central, tras la torre avanzada debió existir una puerta de carácter secundario. Conserva este lienzo tres torres. La de la esquina Este es la más importante (8 x 5 m) con un espesor de sus muros de 1’3 m. Tiene tres ventanas. Y una sala cubierta con bóveda de cañón construída con mampostería por hiladas. Sobre ella estaría la terraza defensiva, a una altura de 10-12 m. La del centro es maciza (6 x 4 m), autónoma para que su caída no arrastrara al resto de la cortina y tampoco conserva las almenas. Conserva una altura de 7’5 m. La de la esquina Norte (7 x 5 m) solo conserva dos de sus caras.

Exterior e interior de la torre oriental del recinto. Todavía conserva parte de su bóveda.

 

 

Frente Sureste: (40 m) pero solo se conservan 14 y ruinas de una torre. El lienzo tiene un espesor de dos metros. Parece que existan vestigios de antemuro o barrera por las curvas de nivel en la ladera.

Exterior e interior del ángulo Norte.

Fue lugar ocupado por los romanos (Carcubium) junto a la calzada de Mérida a Chinchilla. Con la invasión árabe cobró creciente importancia Caracuel como hito de una de las vías que recorrían de Sur a Norte la península. Y con la consolidación de Toledo como gran ciudad árabe, la importancia de este camino creció. En el año 876 tuvo lugar una batalla que terminó con la derrota del ministro Haxim, quién fue apresado por el rebelde extremeño Abu Marwan, siendo Caracuel una de las fortalezas que apoyaron la rebelión. En el año 912, Abderramán II envió un ejército para restablecer el orden en toda la zona del actual Campo de Calatrava. Caracuel estaba en manos de bereberes rebeldes y acudió en su auxilio Al Fath ben Zenun, señor de Uclés. Pero la victoria fue para el general omeya Abbas ben Abel Al-Azis, quién recuperó el control de la zona, obligó a Al-Fath a retirarse a Uclés y regreso victorioso a Córdoba con la cabeza del rebelde Muhammad ben Ardabulish para ser expuesta en la capital.

Frente Noreste, desde el interior del recinto.

En 922, Ordoño II, en una incursión contra Córdoba asoló los campos de Caracuel. Pero en el año 928, Caracuel y su comarca ya estaban pacificados y sometidos al poder de Córdoba. En el siglo X, Ibn Hawkal cita a Caracuel, Calatrava y Malagón como los tres puntos más seguros de la ruta de Córdoba a Toledo. También es nombrado por el geógrafo el-Idrisi como uno de los lugares más importantes de la ruta. Y en el año 932, los omeyas cordobeses tomaron Toledo, unificando el reino. Los ejércitos continuaron pasando por Caracuel pero fueron los cordobeses contra los cristianos del Norte. Con la decadencia del Califato tras la muerte de Almanzor, renacieron las rebeliones. Caracuel se adscribió al reino de Toledo, aunque fue pretendido por el poderoso señor de Sevilla, Almotamid, que terminó por apoderarse de toda la zona. Comenzaron a aparecer los cristianos aprovechando las discordias intestinas de los musulmanes.

Delante del castillo, en la zona Noreste del monte se encuentra esta explanada donde se alzó la antigua y desaparecida puebla.

Tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085, Calatrava y sus fortalezas auxiliares, entre ellas Caracuel, soportaron el peso de los ataques cristianos del Norte. Por tanto, durante esta época se despueblan estas tierras de árabes, que se acogen a los muros de los castillos o huyen hacia el Sur. Finalmente, Almutamid cedió Caracuel y otras fortalezas a Alfonso VI como medio de garantizarse sus favores. Pero con la llegada de los almorávides y la derrota de Uclés otra vez vuelve la región a poder musulmán. Caracuel fue reforzado por los moros y se convirtió en centinela árabe frente a las tierras cristianas. En 1147, Alfonso VII, conquistó Calatrava, Alarcos, Caracuel, Pedroche, Santa Eufemia y Almodóvar, consolidando la posesión cristiana de estas tierras. Alfonso VII donó Caracuel a los templarios pero ante las noticias de que los árabes preparaban un gran ejército, lo devolvieron en 1157 al nuevo rey Sancho III. Ante el peligro de una brecha en sus defensas y la tentación de alguna nueva desafección, el rey encontró a Raimundo, abad de Fitero, quién ofreció hacerse cargo de su protección. Nació así la Orden de Calatrava. Caracuel fue guarnecido por sus nuevos propietarios y sus soldados participaron en numerosas acciones guerreras. Este castillo se convirtió en una de las encomiendas de Calatrava y sus caudillos siempre fueron hombres de confianza de los maestres. Toda la segunda mitad del siglo XII se caracterizó por los enfrentamientos en las tierras comprendidas entre el Guadiana y el Guadalquivir, que culminó con la llegada de los almohades.

En 1193, siendo inminente la llegada de los almohades, el maestre don Nuño Pérez de Quiñones, reforzó las defensas de Caracuel, pero fue inútil. La gran victoria árabe en Alarcos provocó que los almohades ocuparan todas las fortalezas al Sur de los Montes de Toledo. La misma víspera de la batalla, el ejército islámico pasó ante el castillo de Caracuel, camino del lugar del combate. Caracuel en manos almohades volvió a ser plaza fuerte frente a Toledo. La recuperación definitiva de Caracuel fue en tiempos de Alfonso VIII con ocasión de la marcha hacia las Navas. El 7 de julio de 1212 el ejército cristiano tomó este castillo. No debió de haber mucha resistencia pues el mismo día se conquistaron Alarcos, Benavente y Piedrabuena. Caída Calatrava, las guarniciones árabes de estos castillos debieron ser escasas y con pocas ganas de luchar, después de que en Malagón los cruzados franceses, degollaron a toda la guarnición. Alfonso VIII devolvió el castillo de Caracuel a la Orden de Calatrava, siendo su nuevo comendador Diego Ozores. A partir de entonces, Caracuel fue testigo del paso de ejércitos cristianos hacia el Sur y nunca más fue atacado. Pacificada la zona y perdido su valor militar, las gentes comenzaron a abandonar el resguardo de sus muros para descender hacia los valles en busca de mejores condiciones de vida. No se volvieron a realizar grandes obras en el castillo. Comenzó un lento pero imparable deterioro que no ha cesado desde entonces. En las Relaciones Topográficas de Felipe II ya se señala que estaba arruinado.