Castillo de Belmonte

En el cerro de San Cristóbal, de 803 m. de altura, dominando el pueblo desde el Este, aunque algo alejado. Su acceso es sencillo con automóvil. Existen carteles indicadores en el casco urbano y un aparcamiento en sus aledaños.

Buen estado, pero no espléndido como sería de desear. Para empezar, su construcción no se terminó nunca, como lo demuestra la ausencia de almenas y de remates en las torres. Ha sufrido muchas reparaciones para adecuarlo a usos muy diversos, llegando a la década de los ochenta del pasado siglo con graves problemas estructurales. Por esta razón tuvo que ser apuntalado de urgencia. Era curioso que no se prohibiera su visita, pues los turistas y aficionados recorrían sus salas entre puntales mientras los forjados se cimbreaban a su paso. En el año 2008 comenzó el proceso de restauración completa de su interior a cargo de la Junta de Castilla-La Mancha y de sus actuales propietarios, los duques de Peñaranda. En nuestra visita del año 2010, el edificio todavía se encontraba en obras. Pero en nuestra última visita en el año 2021 ya no existía huella de obra alguna.

El uso del castillo está gestionado por la empresa, Fortaleza de Belmonte S.L., la cual ha dotado al castillo con diversos contenidos culturales y didácticos para hacer de la visita al castillo de Belmonte un paseo cultural por su historia y sus moradores. La visita cultural dispone de audio-guía en 4 idiomas (español, inglés, francés e italiano), audiovisual en gran formato con proyección de 12 minutos como introducción al recorrido turístico, y tecnologías de luz y sonido que trasladan al visitante a otra época. También es utilizado para la celebración de bodas y eventos de diversa índole, como torneos medievales o exhibiciones de cetrería.

El marqués de Villena creó este edificio con el objeto de poseer un castillo-palacio que colmara sus necesidades defensivas modernas preparándolo para el ataque y defensa de la artillería, y las de tener una residencia lujosa acorde con su poder e influencia. El resultado es que el castillo posee una planta única en España.  El maestro o maestros de obras que lo diseñaron, sin olvidar las reglas castellológicas, fueron muy imaginativos. Se compone de un cuerpo principal y de una barrera exterior que lo rodea por completo y de la que por ambos lados arrancan y descienden las murallas de la villa. Este cuerpo principal está formado por dos naves o alas rectangulares de tres pisos que forman la zona residencial. Los dos cuerpos se unen por los vértices en la parte Oeste, encerrando el patio de armas que forma una curiosa planta triangular equilátera. El tercer lado es la torre del Homenaje, que protege y guarda la parte más accesible donde se alojaban los soldados. El conjunto forma una curiosa planta en forma de estrella de seis puntas. En cada una de dichas puntas se levantan otros tantos torreones cilíndricos. Y así el castillo de Belmonte es una construcción extraña y única en la arquitectura tanto civil como militar. Ocupa una superficie de unos 4.500 m2.

El conjunto o estrella regular así formada, de lienzos rectos y tenazas o ángulos entrantes, cubiertos en sus seis puntas por gruesos y bien armados torreones, compone un trazado atenazado que hacía pensar en el tipo de fortificación que iba a venir en los próximos siglos con la artillería en pleno desarrollo. Pues su planta aparece sorprendentemente ideada en muchos detalles, tanto en su extraña planta como por la gran fuerza y colocación de sus torreones angulares y de la torre del Homenaje, respaldada por otro cubo macizo, adosado sobre su frente exterior, por donde podía combatirse ya con la artillería de la época. A esto se une también la gran destreza de sus comunicaciones y accesos internos, siempre dispuestos en las plantas altas.

La barrera exterior es de excelente construcción y se encuentra completa. Conserva numerosas troneras de cruz y orbe para alojar artillería. Posee un bello almenaje escalonado, cuatro cubos macizos y tres puertas defendidas por otros cinco cubos. Por su adarve se puede recorrer todo su perímetro. Entre la barrera y el cuerpo principal se encuentra una amplia liza, que permite rodear el edificio por completo, incluso con carruajes y máquinas de guerra.

 

 

Uno de los cubos del castillo, con la barrera o antemural a la derecha y, entre medias, la amplia liza.

Puerta del Campo: Es la principal del castillo. Está situada al Este, en la zona llana y de más fácil acceso, por lo que está defendida por la enorme torre del Homenaje. Tuvo foso con puente levadizo, todo ello desaparecido, aunque se ha recuperado en parte en las últimas obras. Tiene almenas en su parte superior y está flanqueada por dos de los cubos de la barrera con troneras de cruz y orbe. La rejería es original. En su origen era de estilo gótico, pero bajo su antiguo arco de medio punto de entrada se rebajó su estructura construyendo un nuevo arco escarzano sobre el que se incrustó el escudo de Juan Pacheco, primer marqués de Villena.

La puerta aparece un tanto descentrada con respecto a los cubos.

 

 

 

 

 

Escudo del marqués de Villena.

 

 

 

Arco escarzano debajo de uno de medio punto. Antes de su última restauración.

Puerta de la Beltraneja o de la Villa: Se sitúa en la parte opuesta a la anterior y principal, enfrente del pueblo y al interior de la cerca urbana. La tradición dice que por esta puerta se escapó Juana la Beltraneja después de descolgarse desde una ventana, de noche y disfrazada. Es similar a la Puerta del Campo, pero más estrecha y con arco de medio punto entre dos estrechos torreones, y como ella, tuvo puente levadizo y foso. Antiguamente tenía una cruz y veneras de Santiago esculpidas sobre el dintel. La verja de hierro es la original.

Puerta de los Peregrinos o de Santiago. Se abre, discretamente, en un torreón de la barrera situado al Suroeste, también al interior de la cerca urbana. Es llamada así por la extraña cruz de Calatrava y las veneras o conchas de Santiago que, entre dos blasones de Villena, campean sobre su entrada. Esta puerta se diferencia por completo de las otras, por estar constituida por un solo cuerpo en un amplio torreón, dispuesto para instalar en él un puente levadizo de “flechas”, algo muy raro en España. A este efecto posee las ranuras o cajas en que las citadas “flechas” debían alojarse. En el umbral de esta puerta, a cierta altura sobre el suelo exterior, subsisten aún las piedras o ganchos en los que había que girar el eje del puente levadizo, uno de ellos aún perfecto y completo. No obstante, este puente no se instaló nunca, porque nunca llegó a excavarse el foso, quedando la puerta colgada en el aire.

 

 

Como ya comentamos con anterioridad, el castillo no fue terminado, pues a la torre del Homenaje y al torreón adjunto, más los otros cinco torreones, les faltan sus parapetos y almenajes. Incluso hasta pudiera decirse lo mismo sobre la falta de los adarves almenados de los lienzos, que no debían dejar nunca sobresalir los tejados por encima de ellos, como ahora sucede. En estas fotografías de 2010 de dos de los torreones se observa claramente la ausencia de terminación.

 

 

Durante la última restauración se le ha colocado a todas las torres menos a una, un parapeto corrido, con escalones para su fácil acceso, de modo que los visitantes puedan acceder hasta ellas.

 

 

 

 

 

 

Imágenes de la barrera y los cubos que la refuerzan. También se aprecia la erosión y los desperfectos.

El castillo de Belmonte es un edificio impresionante que, por su buen estado de conservación, por su especialísima estructura y por su aspecto exterior, sin cambios desde su construcción, constituye un valioso tesoro para el conjunto monumental español.

Sin encontrarse alineada con la Puerta del Campo se encuentra la única puerta de acceso al edificio principal o castillo propiamente dicho. Posiblemente sea obra de Juan Guas. Presenta arco arquitrabado sobre el que se alza otro trilobulado formando un tímpano en el que se encuentra un paje sosteniendo los escudos de los marqueses (de Juan Pacheco y de su segunda mujer, María Portocarrero Enríquez), y en la parte superior, otro escudo, borroso, que podría ser de las órdenes militares o el escudo real de Enrique IV. La divisa “una sin par”, que adoptó Juan Pacheco, aparece en una cartela.

 

 

 

Torreón o cubo Noroeste. Es el único de forma completamente cilíndrica, a excepción del pequeño alambor, pues no se llegó a construir la plataforma superior. Actualmente su terraza es visitable.

Galería Norte en 1997: Modificada varias veces en su estructura, estaba destinada a cocinas, estancias de la servidumbre y servicios, en su planta baja. En el sótano se almacenaban los víveres. De la cocina arranca una escalera de caracol que conduce hasta las habitaciones de la marquesa, en la segunda planta. Se dice que desde los sótanos, existían túneles que conducían hasta el pueblo, como vías de escape en casos de asedio.

El Patio de Armas tiene forma pentagonal. Dos de sus lados (Norte y Sur) están formados por dos cuerpos rectangulares con planta baja y dos pisos cada uno. En el tercer lado del triángulo que forma el patio, al Este, se eleva la potente torre del Homenaje, de planta cuadrada, en la que se concentraba la vida militar. Estos cuerpos o galerías, eran el lugar de residencia de la parte noble y señorial. Constan de dos galerías de arcos ojivales. Estas galerías parece ser que fueron construidas por orden de Eugenia de Montijo en el siglo XIX. La diferencia arquitectónica con el resto del castillo es evidente, sobre todo por el uso del ladrillo rojo macizo. En su origen estaban abiertas con arcos de piedra. En el vértice opuesto a la torre del Homenaje, al Oeste, existe un aljibe excavado en la roca que se comunica con el exterior a través de un pozo de estilo gótico con columnas helicoidales, que quedó sin terminar. En uno de los lados del patio se conserva una curiosa chimenea exterior.

Galería Sur en 2010: Tiene dos puertas de acceso. Por una de ellas se accede a lo que originalmente eran las caballerizas. Cuando el castillo estuvo habitado por los dominicos, construyeron aquí una capilla, de la que aún se conserva el retablo. Por la otra puerta se accede a los actuales servicios. Esta estancia conserva unos magníficos artesonados primitivos.

Imagen de 2021. En la esquina donde confluyen los dos cuerpos del castillo se abre el pozo. La extraña existencia y posición de las gruesas, cortadas y retorcidas columnas góticas también quedó inacabada por la muerte del marqués. El brocal del pozo es gótico, guardando armonía con las galerías góticas del patio.

Chimenea y cocina situada en el patio. Bien pudiera ser utilizada por la tropa. En 2021 y 1997.

Escalera de acceso a la torre del Homenaje y puerta de entrada,  desde el interior del patio.

Exterior e interior de la letrina.

El tercer lado que cierra el triángulo que forma el patio, lo forma la torre del Homenaje. Llama la atención su poca altura, debido tal vez a que la torre quedo inacabada o bien a la orden de los Reyes Católicos de rebajar la altura. Hay una sala que ejercía funciones de calabozo. Al detenido se le bajaba por un agujero cuadrado existente en el techo junto al cuerpo de guardia. En una esquina a la izquierda de la entrada, está el encaje para los condenados a morir por el suplicio de la gota de agua sobre la cabeza. Arriba se conserva el canal para el agua. Edificada con sillares pequeños de piedra caliza. La torre del homenaje es cuadrada, pero con tres semicírculos en forma de cubo hacia el exterior, más adelantado el del centro, así como plana en la parte interior del patio.

Coronamiento de la torre del Homenaje.

 

 

 

Frente oriental de la torre del Homenaje.

 

 

Frente occidental de la torre del Homenaje.

Para ascender a las plantas superiores existe una espectacular escalera, restaurada en el siglo XIX por Eugenia de Montijo, de madera y sin apoyo central, sostenida solo por los muros, mediante una excelente labor de carpintería de gran calidad. En los descansillos se encuentra el escudo de armas de Diego Pacheco, hijo de Juan Pacheco. Los artesonados neogóticos, a imitación de los originales, muestran una decoración de estrellas de ocho puntas y diversos motivos geométricos, sobre fondo rojo. También es muy frecuente la decoración con tréboles de cuatro hojas, símbolo de la suerte, en todo el castillo.

Por la escalera señorial y sorprendente, por el fastuoso despliegue de adornos, llegamos a las salas interiores donde su decoración se centra en las jambas de las puertas y ventanas, algunas de grandísima fastuosidad, y en los frontales de las chimeneas.

Primer piso de la galería Norte.

La primera planta del cuerpo Norte estaba destinada para el servicio. La distribución del primer piso así como la del segundo es la misma, una larga galería, a cuyo lado Norte se encuentran las habitaciones correspondientes y al Sur los ventanales que asoman al patio de armas. Aquí la galería comunica con las habitaciones del servicio y con la sala de gobierno. La disposición de las naves forma largas estancias continuadas en sus extremos por pequeños cuartos o gabinetes. Destaca la decoración de sus chimeneas, de tipo gótico, con escudos de la Orden de Santiago y de Calatrava, ya que Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón fueron maestres de las dos órdenes. Un salón central comunica con las demás habitaciones. Posee una chimenea con decoración de yesería en la que se encuentran los escudos de los marqueses y el de Santiago con veneras. La sala, de posible uso común, tiene un artesonado que, debido a sus motivos decorativos, desde la entrada produce la sensación de ser ondulado cuando en realidad es plano. En el torreón Norte existe una escalera de caracol que comunica con la habitación del marqués sita en el piso superior. De una esquina parte un pasadizo que conduce a la letrina. La tercera habitación, situada en el extremo Oeste,  corresponde al servicio de la marquesa, y una escalera de caracol la comunica tanto con las cocinas del piso inferior como con la habitación de la marquesa del piso superior. 

Chimenea de la habitación Oeste.

Diversos artesonados.

La primera planta del cuerpo Sur presenta mayor riqueza que la anterior. La galería está adornada con tres chimeneas de estilo gótico y abundante decoración en sus puertas. Al Salón Regio se accede por dos magníficas puertas con decoración gótica. Es de grandes dimensiones y su ornamentación es comparable a los salones del trono de su tiempo. La decoración se centra en las portadas, con el típico motivo del gótico flamígero castellano en el friso y en la techumbre. El artesonado tiene forma de artesa invertida, y la madera es de nogal, policromada en tonos rojos y dorados representando motivos geométricos. El Salón Regio era usado para las recepciones oficiales, para banquetes y como sala de bailes. El sistema de calefacción utilizado resulta original y permite caldear el salón sin las molestias del humo, con las tres chimeneas que existen en la galería contigua. En este salón existe una famosa ventana, con una decoración muy trabajada de estuco. 

 

 

Primer piso de la galería Sur, con las tres chimeneas que caldeaban el Salón Regio.

 

 

 

 

Salón Regio.

Artesonado del Salón Regio y la decorada ventana del mismo salón.

Las paredes del castillo estuvieron estucadas, y posteriormente fueron encaladas, pero en algunas zonas todavía se conservan restos del estuco.

La capilla u oratorio también servía como sala de recepción previa. Tiene mayor altura que las demás estancias. Posee el mejor artesonado del castillo, original de la época y de gran riqueza y espectacularidad. Es de estructura octogonal, apoyado sobre trompas, una de las cuales ha sido restaurada, y sobre un friso adornado con animales y elementos vegetales. Posee numerosos mocárabes de influencia nazarí, únicos en la provincia de Cuenca. Las ventanas están decoradas con profusión de elementos góticos, figuras humanas, mitológicas y animales entre ramajes tupidos, entre los que se mezclan escudos reales y escudos de armas de los Pacheco y los Portocarrero, familia de una de las esposas del marqués. Desde una de sus ventanas se cree que escapó Juana la Beltraneja.

Son de admirar sus artesonados, sin duda alguna los más variados y bellos de España. Policromados todos ellos y restaurados con magnificencia, juegan los colores rojos, amarillos y azules, alternando con los ocres y tonos naturales de la madera de pino y nogal, creando efectos de gran belleza con la luz exterior. Los motivos de los artesonados son sorprendentes, nacidos todos de la rica imaginación mudéjar: casetones rectangulares y cuadrados, alternando con modelos geométricos estrellados y otras piezas de lazos y cruces con decoración floral. Ricas tirantas apoyadas en ménsulas bellamente decoradas. En otras salas aparecen célebres pinjantes o mocárabes suspendidos en los centros de ricos rosetones. No obstante, la mayoría pertenecen a la restauración efectuada en el siglo XIX por Eugenia de Montijo, siendo solamente tres los originales del siglo XV.

En la planta segunda destaca el dormitorio del marqués de Villena. Esta habitación no posee vanos al exterior ni comunicación con el torreón adjunto ni con las defensas orientales. Esto era frecuente como forma de protección ante ataques y traiciones. Las dos ventanas que posee dan una a la sala y otra a la escalera. La pequeña puerta que encontramos en la habitación comunica por medio de una escalera de caracol con la habitación inferior y desde ésta con los pasadizos subterráneos del castillo, como forma de escape en caso de peligro o como forma discreta de realizar encuentros amorosos. La techumbre es octogonal y cuentan, aunque nunca se ha podido comprobar, que en su día fue móvil, desplazándose y girando por medio de un mecanismo de pesas. En los casetones hay incrustados unos cristales de colores con forma de estrella de ocho puntas y colgaban de la techumbre unas campanillas de plata. Al girar éste producían un resplandor de luces y un suave tintineo. Es fama que en el artesonado octogonal de la habitación del marqués, éste ejercía el derecho de pernada, pero puede ser leyenda.

 

 

 

Segundo piso de la galería Norte.

Artesonado de la habitación del marqués.

 

El salón comunica las habitaciones de los marqueses, dispuestas una en cada extremo. Cuenta con una chimenea que calentaba la habitación de la marquesa por la pared.

La habitación de la marquesa es muy parecida a la del marqués, pero con chimenea propia. Posee también escalera de caracol que comunica con los subterráneos igualmente. La techumbre es octogonal y con estrellas de ocho puntas. Su colorido data de la restauración del siglo XIX.

La habitación de la doncella es sencilla, posiblemente perteneciera a alguna sirvienta de la marquesa. Tiene una chimenea gótica y la techumbre es la más pobre del castillo. También hay quién apunta que pudo estar destinada a algún hijo de los marqueses.

Desde la galería Sur se puede acceder al adarve, desde donde se puede admirar la peculiar estructura del castillo. También se accede al adarve desde las escaleras de los torreones y desde el Patio de Armas, por la escalera de caracol del torreón Sureste. Y desde el adarve se puede acceder a la torre del Homenaje y a todos los torreones.

Variadas fotografías de los adarves y techumbre. Ésta no debía sobresalir por encima de las almenas, razón por la que se cree que a los muros les falta altura.

Cubo Suroeste.

Cubo Norte.

Don Juan Pacheco, marqués de Villena, mandó construir el castillo en 1456, de nueva planta, es decir, desde los cimientos. Según indicó debía ser una construcción “tan bella, tan magnífica, tan robusta en su armazón y tan marcial en su apostura”. Pero se desconoce quién fue su arquitecto. La época en que está construido, algunos elementos decorativos exactamente igual que los de la Colegiata de Belmonte y sobre todo las marcas de los canteros que se aprecian en el castillo que son las mismas de la Colegiata, hace pensar en el maestro arquitecto Hanequín de Bruselas, quién sería encargado de diseñar el proyecto, luego continuado por Juan Guas. No se sabe cuándo se finalizó su construcción. Se han dado como fechas probables 1470, 1472 y 1474, pero también se ha sugerido que en 1474 las obras quedaron interrumpidas por la inminencia de la guerra civil o por la muerte del marqués. Su hijo Diego Pacheco, continuó en parte la obra de su padre, pero no le prestó demasiada atención a este castillo, dejándolo sin terminar. Éste, al apoyar al bando de la hija de Enrique IV (Juana la Beltraneja) perdió temporalmente la propiedad del castillo y de otras villas. Poco tiempo después, la ya reina Isabel la Católica le devolvió sus propiedades. Esta historia hay que enmarcarla en el periodo de la guerra civil de Castilla entre los partidarios de Isabel la Católica y Juana llamada “la Beltraneja”, que dicen estuvo presa en este castillo. 

 

 

 

 

Calabozos.

Cubo Sureste  el único que no ha sido adaptado para su visita turística, dejándolo sin terminar, tal cual lo dejó Diego Pacheco.

Entrada desde el adarve a las salas superiores de la torre del Homenaje.

En 1672 todavía quedaban en el castillo siete morteros y cinco pedreros de hierro con un gran número de piezas de artillería del mayor calibre que entonces se conocía. Durante la Guerra de Sucesión los descendientes del Marqués de Villena se distinguieron por su adhesión a la causa de Felipe V a quien prestaron grandes servicios. La situación de Belmonte les sirvió de gran ayuda, eligiéndolo como punto estratégico para detener los socorros que recibía de Portugal el archiduque Carlos de Austria, aspirante a la Corona, y a vigilar al mismo tiempo las fuerzas que operaban en el Reino de Valencia. Durante la guerra de la independencia, el castillo sirvió como cárcel francesa.

Por enlaces matrimoniales del marquesado pasó a la casa de Montijo y, en el siglo XIX, heredó el castillo la condesa de Teba, Eugenia de Montijo, que se convertiría en emperatriz de Francia al casarse con Napoleón III. Ella lo mandó restaurar encargándole las obras al arquitecto Alejandro Sureda, quien las realizó siguiendo los gustos de la época. La emperatriz Eugenia habitó temporadas en el castillo. Todo el exterior del patio de armas es obra suya. Las obras duraron desde 1857 a 1872 y terminaron con la caída del imperio francés. Con permiso de la emperatriz se estableció en el castillo una comunidad de dominicos franceses hasta 1885, los cuales con sus obras alteraron bastante su interior. No obstante, el sobrino de la emperatriz, duque de Peñaranda, prosiguió con las obras. En 1932 fue declarado Monumento Nacional. En la Guerra Civil Española, y después de ella, sirvió de cárcel del Partido Judicial de Belmonte y por último se habilitó como academia de mandos del Frente de Juventudes. Después quedó abandonado sufriendo un progresivo deterioro. En los años 1991 y 1992 se realizaron obras importantes de restauración en el castillo, tales como reposición de sillares en almenas y muros con llagueado y reparación de mampostería y sillería; reparación de cubiertas, torres, chimeneas. Limpieza y restauración de artesonados, ventanales de nueva construcción con vidrieras emplomadas, repaso general y arreglo de puertas. Esta restauración la hizo la Escuela Taller de Belmonte, del Fondo Social Europeo del I.N.E.M., bajo la dirección técnica del arquitecto don Casto García García y hay que decir que con gran acierto. Entre 2008 y 2010 fueron llevadas a cabo nuevas obras de restauración.

Se ha utilizado en numerosas ocasiones como escenario de películas ambientadas en la época medieval, ya que su aspecto imponente e íntegro es el perfecto telón de fondo para aventuras caballerescas. La más destacada de todas ellas es, sin duda, El Cid, protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren, pero también se han rodado Don Juan de los Infiernos, El aliento del diablo, Las hijas del Cid, Los señores del acero o El caballero Don Quijote

Uno de los personajes históricos que habitó el castillo de Belmonte durante algún tiempo fue doña Juana, conocida como la Beltraneja, hija de Enrique IV y protagonista de los enfrentamientos políticos que sufrió Castilla en el siglo XV y que acabaron con la entronización de la reina Isabel I la Católica. Una de las puertas del castillo tiene su nombre, pues por ella huyó del castillo para evitar una muerte segura en manos de sus antiguos aliados. Dice la historia que cuando la causa de Juana la Beltraneja se daba por perdida, y ante la actitud del Marqués de Villena de cambiar de bando, Juana vio peligrar su seguridad y se descolgó por una de las ventanas de la capilla saliendo huyendo por la puerta que hoy día recibe su nombre.