Se levanta espectacular sobre una gran roca de 614 m. de altura que emerge sobre la llanura circundante, al Noroeste del pueblo. Posición muy estratégica al dominar el viejo camino de Córdoba. Para llegar hasta él existen unas amplias escaleras que comienzan en la ermita de la Virgen del Castillo. Mantiene contacto óptico con las vecinas poblaciones de Peñarroya, Espiel y Fuenteovejuna. Es de propiedad municipal y su acceso es libre.
Su estado es claramente mejorable. Aunque fue restaurado, las obras se realizaron sin estudios arqueológicos, sencillamente para evitar su derrumbamiento, especialmente en la torre, donde aparecen materiales anacrónicos y elementos antiestéticos. Además, incomprensiblemente, una cantera en el siglo XIX estuvo a punto de destruir el castillo, llegando el corte hasta sus mismos muros. Es por ello que en los flancos Oeste y Norte, el peñasco presente tanta verticalidad.
Vista oriental del castillo.
El castillo es visible desde cualquier punto del pueblo.
Castillo roquero de planta irregular adaptada al espacio disponible en la roca, con un solo recinto y una gran torre del Homenaje en el interior. Tiene una longitud de 88 m y una anchura máxima de 35, encerrando una superficie aproximada de 1.780 m2. En su recinto aparecen seis cubos circulares o ultracirculares, todos diferentes entre sí, bastante afectados por las reconstrucciones modernas. Toda su fábrica es la mampostería, aunque aparece sillarejo en las esquinas del Homenaje y verdugadas de ladrillo en algunos puntos dispersos, como la entrada o el aljibe. Tiene un acceso principal al Suroeste y una pequeña poterna al Noreste. El acceso se realiza por una larga escalera zigzagueante que comienza en las últimas casas del pueblo. La última curva está defendida por un torreón circular que podría ser una torre albarrana, si quedaran suficientes restos para averiguarlo. La puerta propiamente dicha es de forma acodada y se abre en un gran cubo circular muy maltrecho. La poterna se puede descubrir por el corte en el lienzo y unos escalones que descienden hacia la nada, pues la cantera arrasó con todo lo que existía en esta parte. En el interior del recinto quedan escasos restos, entre ellos un gran aljibe, sobreelevado, cubierto con bóveda apuntada y que todavía mantiene una buena reserva de agua.
Torre avanzada que fue el primer escollo que debieron encontrarse los atacantes.
Imágenes del acceso, en recodo en el interior de un cubo, con varias aspilleras.
Sector Noroeste del castillo visto desde la terraza del Homenaje.
Lugar donde estuvo la poterna. Unos escalones descienden hacia el exterior.
Muro con aspilleras.
La Torre del Homenaje presenta una peculiar planta pentagonal, cuenta con 11 m de altura actual y, actualmente, conserva dos plantas de gran altura y una terraza con el parapeto muy bajo, siendo algo peligroso para los visitantes. Su puerta se abre hoy día en el muro Suroeste, a la que se llega después de subir varios escalones. La torre está rodeada por un pequeño recinto cuadrangular con cubos en sus esquinas, de los que quedan tres. Esta torre cuesta imaginarla cómo debió ser en realidad, pues la disparatada última restauración la ha convertido en una parodia de una torre medieval militar. El parapeto sustituyó a las almenas, se han abierto vanos de grandes proporciones y se ha alterado toda su estructura interior con materiales modernos.
Frente Suroeste, en el que aparece la puerta y un desafortunado vano de hormigón.
La Torre del Homenaje ha sido muy transformada.
Interior de la planta baja de la torre.
Puerta de entrada.
Escalera que sube a la primera planta.
Esto es el techo de la primera planta. Creemos que sobran los comentarios.
Terraza de la torre. Al fondo se ve la población de Peñarroya-Pueblonuevo.
Flanco Norte. En este lugar se aprecia el efecto de la antigua cantera que ha dejado las paredes rocosas verticales.
Frente Noreste.
Castillo musulmán que fue conquistado por Fernando III en 1235, aunque después volvió a manos musulmanas. Aparece documentado ya el castillo en 1245, aunque la torre y la muralla son obra del siglo XV. Perteneció a la jurisdicción de Córdoba hasta 1462 en que el rey Enrique IV lo donó al maestre de Calatrava, don Pedro Téllez. En el siglo XV Córdoba fue un punto importante en los momentos finales de la Reconquista. El castillo de Belmez se convirtió en un importante puesto de control, pues en la guerra de Granada se pidió ayuda a ciertas ciudades castellanas para poder hacer frente al ejército nazarí.
Aspecto del aljibe, tanto del exterior como del interior.
Uno de los episodios más relevantes de su historia tuvo lugar entre los años 1810 y 1812. Durante la Guerra de la Independencia las tropas francesas se adueñaron del castillo, ocupándolo durante largo tiempo. Tan importante fue para los invasores franceses esta plaza que repararon incluso parte de recinto. La dominación francesa dejó una huella tan profunda en Belmez que sus habitantes prefirieron deshacerse de ese bastión que tan atractivo resultaba para sus enemigos, e intentaron destruirlo. Llegaron a desmontar y llevarse las piedras que constituían el acceso al castillo.
Este castillo fue también testigo de los enfrentamientos entre el general Riego y las tropas realistas. En la Guerra Civil el castillo albergó un faro para orientar de noche a las avionetas en el conflicto bélico. En el año 1961 el arquitecto Félix Hernández Jiménez restauró parte del castillo, y en 2001 la Junta de Andalucía invirtió 279.080 euros en la consolidación de sus restos. En ninguno de los dos casos se llevó a cabo una actuación arqueológica e histórica, puesto que se limitaron a salvaguardar lo que quedaba y evitar más derrumbamientos. En el año 2020 se elaboró, por parte de la Delegación de Medio Ambiente, un proyecto para mejorar los alrededores de la fortaleza.