Castillo de Aljau

Muro de mampostería con restos de dos cubos en sus extremos.

Sus restos se encuentran junto al río Tarafa y el puente de los Baños, al cual defendía. Es la entrada a la población por el camino de Novelda. El castillo de Aljau es obra de la segunda mitad del siglo XIV  y, junto al desaparecido castillo del Calvario, también en Aspe, constituyeron las dos fortificaciones de la localidad construídas para mejorar la debilidad defensiva que presentaba la población.

En el año 2019 comenzó un proceso de restauración que ha tenido como finalidad la estabilización y consolidación de los restos. Además se ha habilitado la zona para su visita con carteles explicativos. También se ha levantado un muro de hormigón para proteger la zona ante el peligro de fuertes avenidas del río.

Los restos que se han recuperado pertenecen a la esquina Suroeste del conjunto. No cabe duda que en el subsuelo del barrio cercano, existirán muchos elementos del castillo. Presentaba planta cuadrangular con dos recintos. Uno interior, de tapial, y otro, exterior, a modo de barrera, de mampostería.

La esquina de tapial conserva dos muros que tienen una longitud de nueve y doce metros. Son de una altura que ronda entre los 1,20 m. y 1,40 m.

Este recinto se encuentra rodeado por otra línea de muralla, de la que se conserva un sector de una torre circular junto al río Tarafa, y un pequeño cubo, también de planta circular, unidos por un lienzo de muralla, todo con fábrica de mampostería trabada con mortero de cal, en cuyas juntas se observa la incrustación de pequeñas piedras para recalce. Este muro conserva una altura de unos 3 m. y 12 m. de longitud.

Extramuros del castillo han aparecido así mismo, los restos de una vivienda con varias estancias donde se ha documentado el hogar y una tinaja encastrada en el pavimento. A pesar de que el estado de conservación de estos últimos restos es bajo, se distinguen las estructuras que separan las habitaciones y la puerta de acceso. Esta vivienda debió construirse en el siglo XV, con posterioridad al castillo.

Vista general de la zona excavada.

El origen de Aspe podría estar en la antigua Aspis ibérica, que estaba situada en el actual emplazamiento de la otra fortaleza de la localidad, el castillo del Río. El castillo del Aljau constituyó una de las fortificaciones con las que contaba la población de Aspe el Nuevo, emplazamiento ubicado en el llano en la segunda mitad del siglo XIII, después de forzarse el abandono del castillo del Río, conocido como Aspe el Viejo. Durante un tiempo, pervivieron los dos núcleos urbanos tal y como lo demuestra en un privilegio que otorgó Alfonso X el Sabio a Alicante, fechado en 1252, en el que se menciona reiteradamente “Azpe el Viejo” y “Azpe el Nuevo”. A finales del siglo XIII la población se trasladó a la actual situación de la localidad, al ser abandonada definitivamente el castillo del Río. El lugar fue conquistado en el año 1265 por el infante Pedro, el cual lo cedió al rey Alfonso X el Sabio. Por un breve periodo de tiempo perteneció a la casa del Infante Juan Manuel y al Marquesado de Villena, hasta que, durante las guerras con Castilla, fue ocupada por los aragoneses hacia el año 1296, confiando su custodia al rais de Crevillente. En virtud de la sentencia de Torrellas del año 1304, Aspe quedó definitivamente incorporado al reino de Valencia y conoció diversos señores pertenecientes a la Casa Real. La fragilidad defensiva de Aspe se puso de manifiesto en la Guerra de los Dos Pedros (Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, entre 1356 y 1369), ya que dicha población carecía de un recinto debidamente amurallado. Esto pudo provocar que a lo largo del último tercio del siglo XIV se construyeran dos pequeños recintos defensivos: uno, al Norte de la población, el castillo de Aljau, que servía para proteger del acceso a Aspe desde Novelda. Y el otro, denominado castillo del Calvario, que se localizaba a poniente de Aspe, en el inicio de la actual calle Castelar, y servía para la defensa de los posibles ataques que provenían de Crevillente, Elche y Orihuela. De él no quedan restos en la actualidad. A finales del siglo XV pasó a manos del Condado de Cocentaina. Con la expulsión de los moriscos decretada por el rey Felipe III en al año 1609, la población quedó casi deshabitada, por lo que el Marqués de Elche ordenó carta puebla para la población de Aspe y trajo a 157 repobladores cristianos, en especial catalanes y mallorquines. Poco a poco, la fortaleza fue desmantelada para aprovechar su sillería para la construcción de las nuevas viviendas cristianas, así como lo hicieron con los restos del castillo del Río, por lo que muchas de sus murallas y construcciones interiores han desaparecido desde entonces, quedando solamente los restos actuales de ambas fortalezas.