Sobre un cerrete dominando el caserío y todo el valle del río Jiloca, en excelente posición estratégica. Su acceso es sencillo, por el calvario, entre las casas.
Mal estado. Es una triste ruina, de la que solo queda en condiciones una de sus torres.
Aspecto de la robusta puerta, forrada con gruesas planchas de hierro.
Pequeño castillo roquero, con planta cuadrangular irregular, de unos 30 x 20 metros, con lienzos de buena mampostería, bastante elevados los que quedan, al Sur y al Noreste, y acabados con almenas de remate puntiagudo. Se observan algunas aspilleras realizadas en el siglo pasado con motivo de las guerras carlistas y un gran boquete en el muro Sur que aumenta con los años. En el ángulo Sur se alza la única torre conservada de las cuatro que había, una en cada esquina. Es de planta cuadrada de cinco metros de lado, con gran esbeltez y un matacán en lo alto, defendiendo la puerta, situadas ambas en el flanco Sureste de la torre. Fue utilizada como palomar. El vano de la puerta es un arco de medio punto que conserva la puerta original forrada con gruesas chapas de hierro. Todo el sector Oeste del Castillo ha desaparecido, justo donde aparece un foso excavado en la roca, realizado con la idea de defender el lado más vulnerable, pues el monte se eleva ligeramente en este lado, a modo de padrastro. El foso se prolonga hacia el Noreste muchos más metros, por lo que el castillo debió ser mucho más grande de lo que parece a simple vista. El castillo es de propiedad particular.
La única torre conservada, con su matacán.
La torre del castillo vista desde el interior.
El castillo fotografiado desde el ángulo Este.
Ya existía en tiempos de Jaime I pues este rey dictó algunas disposiciones para su conservación. Jaime II nombró alcaide del castillo a Martín de Galvanés en 1308, como ya lo había sido su padre, Juan Martín. En 1357 la reina Leonor, esposa de Carlos IV, mandó reparar sus fosos y hacer un aljibe ante el temor de una guerra con Castilla.
Por encima del caserío asoma la fortaleza
Lienzo Oeste.