Según las fuentes que han llegado a nosotros, estuvo en las inmediaciones de la plaza vieja, actual plaza de Ortiz de Villajos
Desaparecido por completo, aunque es muy posible que existen restos de sus cimientos en el subsuelo.
Era de planta más o menos rectangular, con una distancia entre sus torreones de 32 m. y una altura superior a 15 m. Sus muros contaban con un espesor de 1’7 m. Su planta era muy sencilla, adosado a la cerca urbana constaba de un patio de armas y una torre del Homenaje, conocida como “el Macho”. Sus dependencias eran capaces de albergar a 200 soldados y 50 caballos. Poseía una cisterna o aljibe y un pozo muy profundo. La plataforma de artillería se hallaba compuesta de ocho piezas, ocho culebrinas, cuatro falconetes, dos morteros y varios pedreros y retacos. Uno de estos cañones se conserva en la Alcazaba de Almería. En el cubo llamado de la Vela, había una campana de catorce arrobas de peso y, dispuesto bajo una bóveda se encontraban los alojamientos, almacén de pólvora y pertrechos. El baluarte artillero era común con la cerca de la villa. La torre del Homenaje se hallaba en el flanco Norte del perímetro, contaba con 22’5 m. de altura y se llegaba a ella por medio de un puente levadizo. En su planta baja estaba la cocina y despensa y en la planta superior, la habitación del alcaide.
Es mencionado por primera vez en el siglo XIV por el escritor granadino Ibn al-Jatib. En 1492 su estado es ruinoso pero a pesar de ello todavía alberga a 80 soldados. Se le cita entre las posesiones reclamadas por la monarquía nazarí en las Capitulaciones de 1491 pero que, al final, no fueron concedidas. Esta fortaleza fue la única de la Alpujarra ocupada permanentemente por las tropas cristianas. Durante la rebelión de enero de 1500 fue conquistada por los mudéjares que mataron a todos los cristianos. Al poco fue reconquistada utilizando el curioso ardid de disfrazarse los atacantes cristianos con ropajes moriscos. La reina Juana la Loca ordenó la construcción de un castillo en 1505. Este castillo es el que aguantó hasta el siglo XIX. En 1568, con la nueva sublevación de los moriscos de las Alpujarras, se refugiaron en Adra los cristianos de Berja y Dalías que pudieron escapar de la matanza. Diego de la Gasca, capitán de la guarnición, al tener noticias de los hechos, salió a reconocer Ugíjar pero tuvo que regresar perseguido por los insurgentes. Los moriscos atacaron la población pero se logró repelerlos. Al año siguiente fue Aben Humeya el que volvió a sitiar la ciudad, pero fue desbaratado por el marqués de los Vélez. En 1620, cinco naves corsarias desembarcaron en Benaluquete y asaltaron la fortaleza el 14 de octubre. La guarnición del castillo ofreció feroz resistencia consiguiendo rechazar a los invasores, pero Luís de Tovar, capitán del castillo lo pagó con su vida. Después de su abandono militar tras la Guerra de la Independencia, fue cárcel, lazareto y refugio de pobres y, por último, sus piedras fueron utilizadas para otras construcciones. Ya en ruinas, en 1853 el Estado lo sacó a subasta por 200 reales, quedando desierta la puja. En 1867 el ayuntamiento autorizó el derribo del castillo a su propietario, Antonio Navarro, quién lo había comprado en pública subasta para vender los materiales.

Plano de las murallas y castillo de Adra realizado en 1726 por el ingeniero Thomas Warzuzel.