Alcalá la Vieja

Al Sureste de la ciudad y muy cercano a ella, pero al otro lado del río Henares, emplazada en un cerro cortado a pico por su lado Norte, el que da al río. Pero su acceso es algo complicado. Hay que hacerlo desde el Sur, desde la carretera de Loeches o la de Daganzo, que dan acceso al Parque Natural. Pero está el acceso restringido para vehículos a motor, por lo que hay que ir andando, lo que representa una larga caminata.

Muy mal estado. En el momento de nuestra visita (abril de 2014) sólo se mantenía en pie una torre defensiva, recientemente restaurada, y distintos restos de algunos torreones, que se encontraban en estado muy precario. El conjunto es una grandiosa ruina, que ha merecido varias campañas de excavaciones arqueológicas, campañas que no se han dado finalizadas, ni mucho menos, pero cuya realización depende del flujo de capital destinado a estos menesteres culturales, para los que no hay demasiado, por desgracia. Es por ello que el hallazgo de nuevos elementos es constante.

La torre albarrana y los restos de la puerta. A la izquierda se ve un cubo derrumbado. Todas estas ruinas se encuentran en la parte Suroeste del recinto.

 

 

 

 

Toma su nombre del término árabe Al-Qalat (fortaleza), que, por extensión, se ha aplicado históricamente a la ciudad de Alcalá de Henares, la antigua Complutum romana. El calificativo de la Vieja hace referencia al estado de abandono en el que la fortificación cayó a partir del Renacimiento.

Qal´at Abd Al-Salam, el “castillo de Abd Al-Salam”, se denominaría así en honor a Abd Al-Salam, el caudillo encargado de la defensa de aquellos parajes bajo las órdenes del gobierno central cordobés.

El mismo sector Suroeste visto desde la torre albarrana.

Es una de las mayores obras militares musulmanas en la comunidad madrileña. La planta del recinto fortificado es irregular y aprovecha la topografía del cerro, cortado también por sus lados Sureste y Oeste mediante profundos barrancos, que lo aíslan totalmente. La muralla recorría el borde de la cima del cerro, quedando hoy, prácticamente, solo restos de los muros del lateral occidental. Cuenta con una superficie aproximada de 1’9 Ha. Adosados a la muralla existieron 8 torreones (9 según algunas  fuentes) de los que se conservan actualmente la torre albarrana, bien conservada,  y restos de otras seis, en muy mal estado. Sólo la torre más cercana al ángulo Noroeste, de la que apenas queda nada,  es obra original islámica. Las restantes tienen aspecto de haber sido reconstruídas en época cristiana. La muralla es de grandes sillares al exterior y sillarejo al interior. Está formada por dos paramentos con un interior de piedras, fragmentos de ladrillos, tejas y de tierra. Debido a los desniveles en el interior del recinto se ha especulado sobre la posibilidad de una división del conjunto por medio de un muro, en dos recintos: uno militar y administrativo (alcazaba) y otro civil. Se piensa que aneja al castillo habría una población civil emplazada en el cerro vecino, donde han aparecido restos de tejas, ladrillos y fragmentos de cerámica medieval, árabe y cristiana.

Torre Este. Es un conglomerado de mampostería, tapial, ladrillo y algunos sillares.

 

 

 

Torre derrumbada.

 

 

 

Sector Oeste del recinto, con ruinas de otro cubo.

 

La puerta está situada en la parte Sur, junto a la torre albarrana, y está formada por un sistema de acceso directo bajo dos arcos de herradura consecutivos, de los que perduran las dovelas de una de ellas flanqueados por dos torres cuadradas. En las jambas han quedado cuatro agujeros por parejas a ambos lados en los que se debió apoyar la estructura de alguna puerta. El camino de subida por el barranco occidental, que giraba a media ladera para alcanzar la puerta, estaba protegido por la torre albarrana, que se alzaba sobre él. Las torres, caídas la mayoría y en estado ruinoso, son obra mixta de tapial en su interior recubierto al exterior.

La puerta y la torre albarrana.

La torre albarrana, de planta cuadrada, estaba sujeta a la muralla por dos grandes vigas de madera, de las que aún se conservan los mechinales. Y estaba compuesta por un zócalo macizo realizado en mampostería concertada en la parte inferior y encintada en la posterior. Sobre el zócalo existía una cámara hecha de ladrillo. Su base fue restaurada para evitar su desplome. Alcalá la Vieja contaba con un foso que pasaba junto a la torre albarrana, de unos 5 m. de profundidad.

Huecos de las grandes vigas de madera que la unían a la cerca.

En el interior del recinto aparecen restos de diferentes edificaciones, entre las que destacan dos cavidades subterráneas que corresponden a un aljibe y un silo. El aljibe, destinado a almacenar el agua de la lluvia, tiene forma rectangular y estaba cubierto con una bóveda de cañón de ladrillo recubierta por estuco rojizo impermeabilizante y reforzada con arcos fajones de medio punto y en buen estado de conservación. Sus muros presentan restos de almagra o pintura rojiza para evitar filtraciones, y un agujero para la conservación del agua potable y su ventilación.

Tiene una larga cronología que se remonta a la Edad del Bronce, pero también se han excavado restos arqueológicos de la Edad del Hierro y de época romana. El castillo de Alcalá la Vieja fue, en un principio, una simple atalaya, que los musulmanes construyeron, posiblemente en el siglo IX, para defender el camino fluvial del Henares, ante el avance de los reinos cristianos por tierras de Al-Ándalus. La torre-vigía fue erigida en un enclave estratégico, en lo alto de una colina y en la orilla sur del río Henares, que actuaba como frontera natural. En lugar próximo a las ruinas de la ciudad romana de Complutum, de la que aprovecharon gran parte de los materiales. La construcción musulmana data del siglo IX, y posiblemente fue obra del emir Muhammad I (852-886), que fortificó las defensas del estado andalusí en la Comunidad de Madrid, dentro de la línea defensiva que se dio en llamar Marca Media, frontera Noreste del reino de Toledo, que se apoyaba en el río Henares. Pocas noticias nos han llegado de la historia de Alcalá durante los tres siglos de dominio musulmán, exceptuando alguna cita que la describe como fortaleza defensiva situada a medio camino entre Madrid (Magerit) y Guadalajara. Fue ocupada por los castellanos entre 1083 y 1085, a partir de la caída de Toledo en 1085 en manos del rey Alfonso VI de Castilla. Pero por poco tiempo. Pues tras el descalabro cristiano en la batalla de Uclés, en uno de los contraataques almorávides, Alcalá la Vieja fue reconquistada para la Media Luna, y permaneció en su poder hasta 1118, fecha en que el arzobispo de Toledo don Bernardo lograría recuperarla. Eran tierras que se las había concedido el rey, y como tal, le urgía recuperarlas. Alfonso VII confirmo la donación de Alcalá al arzobispo toledano y dispuso en 1135 poblar el llano adyacente al otro lado del río, otorgando curiosas prebendas para que la población no abandonase Alcalá la Vieja, lugar evidentemente estratégico para los planes de la Corona: pagaría una cuarta, aquél que morase en el castillo, la mitad de impuestos que los que habitaban la villa del llano. En 1195 fue asaltada de nuevo, esta vez por los almohades, que habían derribado a su vez el imperio almorávide, pero no consiguieron tomarla. Prueba de ello son las reformas emprendidas en el castillo entre los siglos XIV y XV. Las más importantes fueron las impulsadas por Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo. Todavía en el siglo XVI se describía Alcalá la Vieja como una fortaleza grande, aunque gran parte de la muralla estaba derruida, que distaba media legua de Alcalá. En los siglos posteriores, la fortaleza fue poco a poco perdiendo importancia, hasta ser abandonada por completo y quedar en ruinas. Sus materiales sirvieron de cantera para la construcción de la nueva Alcalá de Henares, edificada en el llano. Incluso en el siglo XIX se dinamitaron algunos tramos para obtener piedra.

En los aledaños del castillo existían dos arrabales, uno por encima de la fortaleza, y otro de mayor extensión al otro lado del barranco que separa el cerro del castillo del próximo Malvecino frente a la torre albarrana.

 

 

La colina del castillo vista desde el Noreste, al otro lado del río Henares, desde la ermita de la Virgen del Val. Este sector del castillo ha sido muy erosionado por el río y no conserva restos.

Vista meridional del cerro de Alcalá la Vieja, desde el Cerro Malvecino, en el que se cree que existía uno de los arrabales de la antigua ciudad.